La obesidad infantil es un problema que crece cada día más en todo el mundo. De hecho, se prevé que, si seguimos con las mismas tendencias, en 5 años aumentará hasta alcanzar los 70 millones de casos globalmente (OMS). Pero, ¿cuáles son las causas realmente de la obesidad infantil en todo el mundo? ¿Cómo podemos prevenirla?
Los factores que contribuyen a la obesidad infantil
La OMS reconoce la obesidad infantil como una enfermedad y la asocian con la apnea del sueño, enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitius tipo 2 y diferentes enfermedades de la vesícula y el colon. Lo más grave de todo es que “las condiciones de salud que antes se asociaban casi exclusivamente a los ancianos, tales como la diabetes tipo 2, están siendo diagnosticadas en niños” (Borràs, P.A. y Ugarriza, L., 2013).
Las dos causas que se asocian de forma más habitual al aumento de la prevalencia de la obesidad infantil son la reducción de la actividad física y los malos hábitos alimenticios. Pero, ¿son los únicos motivos? No lo son ya que el clima, el estilo de vida y el entorno cultural también juegan un papel muy importante. Sin embargo, sí que es cierto que el tomar excesivo azúcar, en alimentos y refrescos, ingerir grandes porciones en las comidas y la disminución creciente de la actividad física, desempeñan un papel clave en el aumento de la obesidad a nivel mundial (O’Dea, 2004).
Actualmente, las recomendaciones nutricionales consisten en “una base importante de la dieta en hidratos de carbono” racionalizados y el fomento en los hidratos de absorción lenta (cereales, arroces y pastas integrales). Asimismo, es importante incrementar tanto el consumo de proteínas como de frutas y verduras para que en el plato predominen estas últimas (Borràs, P.A. y Ugarriza, L., 2013).
En cuanto a la cantidad de actividad física recomendada por la OMS en niños y adolescentes, esta es de aproximadamente una hora de ejercicio diario de una intensidad moderada o intensa. Pero, como hemos mencionado anteriormente, este objetivo está muy lejos de la realidad actual en los hogares de todo el mundo.
Otro factor a tener en cuenta es el hecho de que, en los últimos 40 años, ha habido “un aumento de la incidencia de la obesidad con disminución en la cantidad de sueño en la población”, según Borràs y Ugarriza (2013). Es decir, a medida que han decrecido las horas de sueño, ha incrementado el índice de obesidad, de ahí que se asocie a la apnea del sueño.
Otros factores que, aunque menos comunes, también se asocian con la obesidad infantil son los trastornos metabólicos, problemas cardiovasculares, pulmonares, renales ortopédicos y neurológicos.
Obesidad infantil en España: un problema creciente
La obesidad infantil es un problema de salud pública creciente en España. Según el estudio PASOS, realizado por la Fundación Gasol en 2019, el 35% de los niños y adolescentes de 8 a 16 años tenían sobrepeso u obesidad.
El estudio reveló que un 70% de las niñas y un 56% de los niños no practicaban el mínimo recomendado por la OMS de una hora mínima de actividad física moderada al día. Asimismo, la mayoría de los adolescentes y niños pasan unas tres horas diarias delante de las pantallas, cuando lo recomendable es no superar las dos horas.
En 2024, la situación no mejorado. Según datos del estudio ENE, realizado por el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social en 2023, el 33,7% de los niños y niñas de entre 2 y 17 años tenían exceso de peso (sobrepeso u obesidad). De ellos, el 13,4% presentaban obesidad.
Estos datos son preocupantes, ya que la obesidad infantil tiene graves consecuencias para la salud, tanto a corto como a largo plazo. Los niños obesos tienen un mayor riesgo de desarrollar enfermedades crónicas, como la diabetes tipo 2, las enfermedades cardíacas, la hipertensión arterial y el cáncer.
Obesidad infantil en el mundo
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2023, el 51% de los niños y adolescentes de 5 a 19 años tenían sobrepeso u obesidad. Esto supone un aumento de 12,8 puntos porcentuales con respecto a los datos de 2020.
El problema de la obesidad es mundial, llegando a ser calificado por la propia OMS como “uno de los problemas de salud pública más graves del siglo XXI”. Y es que, cuando un niño es obeso en su infancia y adolescencia, tiende a serlo de adulto. De esta forma, la probabilidad de padecer diabetes o cardiopatías en edades más tempranas de las habituales es más alta. Igualmente, no solo es un impacto para la salud física de quienes la padecen, sino también en su salud psicológica (Sahoo, K., et al).
Es curioso destacar que en, los países en desarrollo, la prevalencia de obesidad infantil en menores de 5 años es superior al 30%. En África, de 1990 a 2016, el número de niños de 0 a 5 años que sufrían sobrepeso u obesidad pasó de los 4 a los 9 millones. Y, en todo el mundo, aumentó de los 32 millones de casos a los 41 millones en el mismo periodo de tiempo.
¿Prevención o tratamiento?
Tal y como indicaba O’Dea en 2004, los profesionales sanitarios y educadores deben tener muy claro de que el estado de salud de un infante abarca diferentes dimensiones. Estas áreas no son solamente la usencia de enfermedad, sino que también incluyen la salud física, la mental y la social.
De igual manera, cabe resaltar, que la ausencia de sobrepeso u obesidad no son un claro indicador de un niño sano. Por este motivo, la prevención de la obesidad no debe ser el factor que domine el panorama sanitario infantil, ya que hay muchos otros aspectos que son esenciales. Por ejemplo, una buena nutrición para favorecer su desarrollo, crecimiento e inmunidad, la práctica de actividad física para su bienestar y salud, el apoyo moral y social, entre otros.
Como señalan Borràs y Ugarriza (2013), “la obesidad infantil también puede causar daño psicológico, como resultado de la estigmatización social, la depresión y la mala imagen corporal”. Por este motivo, hay que tener precaución a la hora de hablar sobre la obesidad, sobre todo con los menores, ya que, tratado de manera poco adecuada, puede causar más daño que bien. Esto se debe a que puede crearse una idea errónea de que la delgadez es siempre sinónimo de salud y belleza, provocando así trastornos de conducta alimentaria (TCA). En cualquier caso, siempre recomendamos acudir a un profesional sanitario, ya que cada caso concreto necesitará un tratamiento diferente.
En cualquier caso, siempre recomendamos acudir a un profesional sanitario, ya que cada caso concreto necesitará un tratamiento diferente.
Fuentes:
Borràs, P.A. y Ugarriza, L. (2013): Obesidad infantil: ¿nos estamos equivocando? Principales causas del problema y tendencias de investigación. 48 (178): 63-68.
OMS (2020): Datos y cifras sobre obesidad infantil. Obtenido en https://www.who.int/end-childhood-obesity/facts/es/.
Fundación Gasol (2019): Estudio PASOS. Obtenido en https://www.gasolfoundation.org/es/estudio-pasos/.
O’Dea, J. A. (2004): Prevention of child obesity :’First, do no harm’. Health Education Research, Volumen 20, Págs. 259–265.
Sahoo, K., et al (2015): Chilhood obesity: causes and consequences. Journal of Family Medicine and Primary Care. Obtenido en https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4408699/.