Hay personas que en vacaciones tienen estrés o que, justo al empezarlas se ponen enfermos. Su explicación, junto con varios consejos para reducir el estrés, la puedes encontrar en este artículo.
¿Estrés o ansiedad?
Estos términos pueden confundirse con facilidad, por lo que cabe comenzar el artículo diferenciando sus síntomas por separado. De acuerdo con Castillo y González (2010), el estrés lo definen como “un patrón de respuesta inespecífica del organismo ante cualquier demanda” que genere la necesidad de adaptarse. Todo estímulo que pueda provocar esta reacción podría ser un “estresor”, también entendido como demanda del entorno que puede alterar que el organismo funcione de manera correcta o normal.
La Organización Mundial de la Salud (2020) señala que el estrés puede afectar de forma diferente dependiendo de la persona. Pueden experimentarse diferentes síntomas, como dolor de cabeza, de cuello, de hombros o de espalda, presión en el pecho, falta de hambre, un nudo en la garganta, malestar digestivo o tensión muscular. Pero también hay otras personas que se ponen enfermas y llegar a sufrir erupciones en la piel, dolencias, infecciones o problemas estomacales.
Estos autores dividen la fase de adaptación o Síndrome General de Adaptación (SGA), por el que se produce el estrés, en tres fases (Castillo y González, 2010):
- “Fase de reacción de alarma”: el organismo reacciona ante el estresor y esto lleva a unos “cambios neuroendocrinos”, como pueden ser incremento del ritmo cardíaco, de presión arterial… Si una vez se produce esta alteración fisiológica, esta se mantiene, se entra en la segunda fase.
- “Fase de resistencia”: aquí el organismo intenta adaptarse al estresor al ser imposible continuar en ese nivel tan elevado de reacción de alarma. Aún así, la alteración fisiológica continúa, pero algunos de los síntomas mencionados desaparecen y/o mejora: disminuyen los índices cardíacos, se reduce la activación del córtex adrenal… Si el estresor desaparece, el proceso finaliza, si no lo hace, se pasa a la tercera fase.
- “Fase de agotamiento”: en esta fase el organismo no tiene “reservas adaptativas necesarias para hacer frente al estresor, aún presente”. Como consecuencia el organismo se agota, “pudiendo significar su muerte”.
Como indica Manuel de la Peña, M.D., Ph.D. (2021), cuando una situación de estrés no finaliza, el cuerpo sufre un gran desgaste. Aquí es cuando “el estrés comienza a cronificarse y se convierte en distrés o estrés negativo”. Este estado es nocivo para el organismo, ya que amenaza su correcto funcionamiento.
Según apuntan Castillo y González (2010), la ansiedad es definida por el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales como un estado de “aprensión, tensión y desasosiego”. Asimismo, la ansiedad tiene un carácter anticipatorio ante un posible peligro, ya sea externo o interno, siendo los peligros psicológicos los que producen una reactividad mayor en aquellas personas con un riesgo más alto de ansiedad.
De hecho, la Asociación Psiquiátrica Norteamericana (2018) señala en la última actualización de este Manual DSM-5, que los trastornos de ansiedad especificados y no especificados “causan malestar clínicamente significativo o problemas en los ámbitos social, laboral u otros campos importantes del funcionamiento”.
Efectos del verano en adultos
Según apuntan Castillo y González (2010), existen unos estresores psicológicos que indicen de forma directa sobre la personalidad de la persona. Dentro de este tipo de estresores se encuentran: aquellas tareas mentales que requieren concentración (como todos los preparatorios a realizar para las vacaciones si se viaja), estresores que suponen “una amenaza a la propia autoestima” (como el fracaso profesional) y los “estresores de amenaza interpersonal” (como las disputas de pareja o con la familia que se dan más en las vacaciones por estar más tiempo juntos).
Tal y como señalan Lizana, López y Albala (2016), la composición corporal de los adultos mayores cambia en las vacaciones de verano. El principal problema que destacan es la obesidad, siendo uno de los principales problemas de salud en todo el mundo. Realizaron un estudio para determinar si las medidas de composición corporal como el peso, la talla, el índice de masa corporal (IMC) o la masa grasa cambiaban. Y es que, los resultados obtenidos tras el periodo vacacional no llegaron a aportar cambios significativos de peso o IMC, pero algunos sujetos sí aumentaron su masa grasa y otros la disminuyeron.
Asimismo, existen tres factores relacionados con la generación del estrés definidos por Castillo y González (2010), que aplicaremos a continuación a situaciones típicas de las vacaciones de verano para entender por qué se produce una situación de estrés en estas fechas que es cuando más relajado uno debería estar.
- El factor de la “probabilidad de ocurrencia”: está relacionado con el nivel de certeza que se tenga sobre la aparición de un estresor. Esto podría trasladarse a la preocupación y la situación de alerta constante cuando se está con niños pequeños en la playa o la piscina y el miedo a que les pase algo.
- El factor “inminencia”: se refiere al tiempo que pasa desde que el estresor se anuncia hasta su ocurrencia. Por ejemplo, cuando vamos a hacer un viaje en verano a una playa muy concurrida y sabemos que habrá tráfico. Hasta el momento en el que se llega al estresor (colas de coches) ocurre este factor de estrés en las vacaciones, la inminencia.
- El factor “severidad”: hace referencia al número de amenazas y la importancia que estas tienen para la persona. Una situación que se da, en este caso relacionado con los padres de adolescentes es, cuando salen con amigos por la noche y la consecuencia que habrá si consumen alcohol o determinadas sustancias.
Consejos para reducir el estrés
La Organización Mundial de la Salud (2020) preparó una guía para manejar el estrés y conseguir afrontar las adversidades. Esta guía se puede trasladar tanto para el estrés en vacaciones como en cualquier época del año. Uno de los primeros apuntes que dan es que no estás solo, todo el mundo experimenta estrés alguna vez. Es importante conseguir identificar lo que te pasa y cómo te sientes.
Un par de consejos que da la OMS (2020) para conectar con tu cuerpo y relajarte más rápidamente son:
- Respirar más despacio, vaciando por completo los pulmones y llenándolos nuevamente lo más lento posible.
- Presionar el suelo con los pies de forma lenta.
- Estirar los brazos lentamente o ejercer presión de una mano contra la otra.
- Centrarte en el entorno: “¿Puedes oír tres o cuatro cosas? ¿Cuáles? ¿Qué puede oler? Fíjate en el lugar donde estás y en lo que estás haciendo”.
En caso de que la situación vaya a más y no se pueda controlar con estos pequeños consejos, lo ideal sería acudir a un profesional para que te asesore y te aconseje personalmente.
No te pierdas el artículo de nuestro presidente Manuel de la Peña, M.D., Ph.D. sobre 20 técnicas para afrontar el estrés.
Fuentes:
Castillo, M., & González, P. (2010). Estrés y ansiedad. Relación con la cognición. In P. Moreno & J. Saiz (Presidencia). Congreso llevado a cabo en el XI Congreso Virtual de Psiquiatría, Tenerife, España. Obtenido en https://psiquiatria.com/trabajos/8cof245425.pdf.
Asociación Psiquiátrica Norteamericana (2018). Suplemento del Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales, 5ª edición. DSM- 5. Obtenido en https://psychiatryonline.org/pb-assets/dsm/update/DSM5Update_octubre2018_es.pdf
Lizana, P. A., López, R., & Albala, C. (2016). Efecto de las Vacaciones de Verano en la Composición Corporal de Adultos Mayores, Insuficiencia del Índice de Masa Corporal para Detectar Cambios Durante un Período Crítico: Un Estudio Piloto. International Journal of Morphology, 34(2), 557-560. Obtenido en https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?pid=S0717-95022016000200023&script=sci_arttext&tlng=n.
Manuel de la Peña, M.D., Ph.D. (2021). Estrés crónico. Obtenido en https://institutoeuropeo.es/articulos/blog/estres-cronico/.
Organización Mundial de la Salud. (2020). En tiempos de estrés, haz lo que importa: una guía ilustrada. Organización Mundial de la Salud. Obtenido en https://apps.who.int/iris/handle/10665/336218.
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