Principales factores de riesgo cardiovascular

Manuel de la Peña, M.D., Ph.D.

Principales factores de riesgo cardiovascular

Principales factores de riesgo cardiovascular 450 300 Instituto Europeo de Salud y Bienestar Social

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada cinco segundos se produce un infarto de miocardio en el mundo. Las enfermedades cardiovasculares son una amenaza real, constante y creciente. Provocan una de cada tres muertes en el mundo. La enfermedad coronaria es la primera causa de muerte global y la quinta de morbilidad. El 80% de los infartos tienen lugar en los países en desarrollo, y el 40% de los afectados no llegan con vida al hospital. Se estima que este año morirán cerca de 20 millones de personas en el mundo por cardiopatías y accidentes cerebrovasculares. Nietzsche lo vio con claridad: «Hay que mantener sujeto el corazón; pues cuando se suelta no se tarda en perder la cabeza».

Los pacientes que acuden a la consulta tienen 2-3 factores de riesgo cardiovascular. La hipertensión arterial (HTA), la hipercolesterolemia, el tabaquismo, la diabetes y la obesidad son los más prevalentes. Sin embargo, como afirma mi querido Valentín Fuster, «los ciudadanos no se sienten vulnerables». En este sentido, la frase de Aristóteles «saber es acordarse» hace acudir a mi memoria a William Kannel, uno de mis investigadores favoritos. A través de sus trabajos constató que un factor de riesgo cardiovascular es una característica biológica o una conducta que aumenta la probabilidad de padecer o morir por una enfermedad cardiovascular en aquellos individuos que la presentan.

Tabaquismo

El tabaco es un hábito insano. Como muy bien advertía Confucio: «Los vicios vienen como pasajeros, nos visitan como huéspedes y se quedan como amos». En este sentido, quiero resaltar que el tabaco es un producto que incluye más de 4.000 sustancias tóxicas en su composición, capaces de lesionar cualquier órgano del cuerpo humano: cancerígenos, tóxicos cardiovasculares y tóxicos respiratorios. La relación entre el consumo de tabaco y las principales afecciones crónicas (enfermedades cardiovasculares, cáncer y enfermedades respiratorias, entre otras) está ampliamente demostrada. Además, el hábito de fumar puede ser prevenido primariamente y alterado de forma voluntaria con ayuda de programas de deshabituación, como por ejemplo: la hipnosis. Existen claras evidencias de la reducción del riesgo de muerte tras la cesación del hábito de fumar. Desde mi punto de vista, es un auténtico disparate mantener este hábito. Como muy bien decía Molière:«todos los vicios, con tal de que estén de moda, pasan por virtudes».

factores de riesgo cardiovascularHipertensión arterial

Parafraseando a Washington Irving, «el corazón es una fuente de alegría que regala sonrisas a todo lo que hay en sus proximidades». No obstante, tiene un gran enemigo silencioso: la hipertensión. Entendida como una presión arterial diastólica ≥80 mmHg y/o sistólica ≥140 mmHg, la hipertensión arterial es el factor de riesgo cardiovascular más frecuente, con una prevalencia superior al 40% en la población de más de 35 años. Por ello es preciso ajustar la estrategia de tratamiento por debajo de estos valores, para intentar conseguir cifras máximas de 130/80 mmHg. Probablemente, gran parte del problema se debe a que el propio ciudadano hipertenso desconoce la enfermedad, aunque también contribuye el escaso control médico. Casi el 45% de los afectados no recibe tratamiento y tan solo el 16% de los pacientes está bien controlado. Este problema no solo afecta a pacientes de menor riesgo, sino también a los que presentan alto riesgo de sufrir eventos cardiovasculares.

Los cambios en el estilo de vida que reducen la presión arterial son, entre otros: la reducción de peso, la restricción del consumo de sal y el aumento de la actividad física. Ante ello conviene recordar aquella frase de Alejandro Dumas: «La vida es fascinante: solo hay que mirarla a través de las gafas correctas».

Para el abordaje terapéutico del paciente hipertenso, se utilizan habitualmente fármacos individuales o terapias combinadas: diuréticos (hidroclorotiazida, furosemida), inhibidor directo de la renina (IDR, como aliskiren), inhibidores del sistema renina-angiotensina-aldosterona II (ARA II, como losartán, valsartán, irbesartán), beta-bloqueantes (atenolol, bisoprolol), inhibidores de la enzima convertidora de la angiotensina (IECA, como enalapril, ramipril), calcioantagonistas (amlodipino, nifedipino) y alfa-bloqueantes (doxazosina). En la hipertensión refractaria, el tratamiento más innovador es la denervación renal, que es un procedimiento terapéutico vanguardista sobre el que ya he escrito un post.

Sin embargo, el manejo clínico del paciente hipertenso es complejo y en determinados casos requiere una terapia combinada. En este contexto atesoro uno de mis recuerdos, más entrañables de Marc Rich, hipertenso, judío muy influyente en el mundo, que me invitaba a desayunar a su casa en Puerta de Hierro. La primera mañana me recibió con una bandeja de plata repleta de los medicamentos que tomaba y que, a pesar de todo, no mejoraban su salud. Me dijo entonces: «Si quieres ser mi médico, no me digas que tengo que dejar de beber, comer sin sal y no hacer el amor». Su personalidad introvertida y sus hábitos fueron un verdadero desafío para mí y tuve que optimizar todas mis habilidades. Acabamos por ser íntimos amigos y me invitaba a los conciertos de ópera que él mismo patrocinaba o a cenas en su casa. Lo echo de menos. Gracias a él empecé a entender «que el hombre propone, y Dios dispone», como afirmaba Thomas de Kempis. También soy consciente, como médico, de aquello que decía Tácito: «Cuando gozamos de salud, fácilmente damos buenos consejos a los enfermos». Por eso me resulta imposible no abordar las claves de la salud y no compartirlas con vosotros, mis queridos lectores.

Hipercolesterolemia

Santiago Ramón y Cajal, uno de mis premios Nobel favoritos, tenía claro que «el arte de vivir mucho es resignarse a vivir poco a poco». Sin embargo, me preocupa, y mucho, que el 50-70% de los adultos tenga niveles plasmáticos superiores a 200 mg/dl de colesterol. Se ha constatado que, con un descenso de 40 mg/dl de colesterol de las lipoproteínas de baja densidad (cLDL), se consigue una reducción del 20% de la enfermedad coronaria. Además, es importante señalar el problema de las hiperlipidemias genéticas, que son frecuentes y conllevan un elevado riesgo cardiovascular, especialmente en población joven, ya que un 1-2% de la población padece hiperlipemia familiar combinada.

Ante esta situación, lo recomendable son unas cifras de colesterol total <200, lipoproteínas de baja densidad (LDL) <70, lipoproteínas de alta densidad (HDL) >45 y triglicéridos < 150. En pacientes con cardiopatía isquémica lo ideal es un colesterol total <150 mg/dl. Nada mejor para ello que seguir las guías clínicas y, más en concreto, la Guía Europea de Dislipemia de la European Society Cardiology, la European Atherosclerosis Society y la American Heart Association. Por sus descubrimientos, sobre la regulación del metabolismo del colesterol, recibieron Michael Brown y Joseph Goldstein el Premio Nobel de Medicina.

Para lograr estos objetivos es esencial una dieta cardiosaludable y, en caso necesario, instaurar una pauta con fármacos hipolipemiantes. Los utilizados habitualmente son ezetimiba, estatinas (pitavastatina, rosuvastatina, atorvastatina, sinvastatina), ácido nicotínico y fibratos. Según el caso clínico, estos fármacos se utilizan de forma individual o en terapias combinadas, siempre bajo prescripción médica.

Obesidad, diabetes mellitus y síndrome metabólico

En los últimos años, la prevalencia de la obesidad ha experimentado un importante incremento, probablemente como resultado de la pérdida de hábitos que tradicionalmente nos han protegido. «Come poco y cena menos, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago», afirmaba Miguel de Cervantes. En las últimas décadas se ha producido un cambio en el patrón alimentario con una mayor ingesta calórica total y de grasas, unido a una tendencia sedentaria de la población. Llama extraordinariamente la atención que, mientras en el mundo 1.400 millones de ciudadanos padecen sobrepeso y obesidad, 850 millones de personas sufren hambre crónica, una situación kafkiana que merece una reflexión. Ello me hace pensar que «la vida es una serie de colisiones con el futuro; no es una suma de lo que hemos sido, sino de lo que anhelamos ser», como afirmaba Ortega y Gasset.

La obesidad ejerce gran parte de su efecto al favorecer otros factores de riesgo cardiovascular, como la hipertensión, la resistencia a la insulina, la diabetes y la dislipemia. Todos ellos están relacionados estrechamente con el patrón de distribución del tejido adiposo en el cuerpo. Los varones suelen tener mayor cantidad de grasa abdominal, lo que les proporciona el patrón androide; en cambio, en las mujeres se manifiesta por más grasa glútea y mayor circunferencia de la cadera, en el llamado patrón ginoide. Aunque la distribución abdominal predominante de la grasa es más frecuente en los varones, tanto ellos como las mujeres presentan mayor riesgo de cardiopatía isquémica cuando aumenta su grasa abdominal.

La distribución de la grasa corporal es más importante que la propia obesidad en lo referente a su efecto sobre el metabolismo de la glucosa y la insulina. La hiperinsulinemia periférica y la resistencia a la insulina son hechos característicos de la obesidad abdominal debido al aumento de la secreción pancreática y a la disminución de la extracción hepática de insulina. En este sentido, la diabetes mellitus es probablemente el factor de riesgo cardiovascular que más crecimiento ha experimentado durante los últimos años. Resulta especialmente influyente en la cardiopatía isquémica y el ictus. Por tanto, es esencial mantener una glucemia basal por debajo de 110 mg/dl y una hemoglobina glicosilada inferior a 6.

Como decía Montesquieu, «hay que estudiar mucho para saber poco». Hoy en día se sabe que los factores de riesgo cardiovascular se asocian entre sí con mucha frecuencia. El paradigma de esta situación es el llamado síndrome metabólico, una asociación de factores de riesgo cardiovascular con alta prevalencia que tiene como fundamento fisiopatológico la resistencia a la insulina y se caracteriza por la presencia de obesidad central (diámetro de cintura en mujeres >80 cm y en hombres >94 cm e índice de masa corporal (IMC) >30 kg/m2), hipertensión, intolerancia a la glucosa, HDL bajo e hipertrigliceridemia.

Según Doug Larson, «la esperanza de vida aumentaría a pasos agigantados si los vegetales olieran tan bien como el tocino». De hecho, está plenamente demostrado que los niveles plasmáticos de colesterol LDL influyen en la morbimortalidad cardiovascular y que, en la población, dichos niveles se relacionan con la ingesta de grasas totales, saturadas, trans y colesterol. No obstante, los niveles individuales de colesterol plasmático no solo están determinados por la ingesta sino también, en gran parte, por la dotación genética. A su vez, una ingesta de alta densidad calórica y contenido en grasa se asocia a obesidad y predispone a hipertensión arterial y diabetes mellitus, y el grado de ingesta de ácidos grasos saturados se asocia a mayor trombogenia. Por otro lado, el elevado consumo de sal se ha relacionado con hipertensión arterial en personas susceptibles, más conocidas como pacientes sal-sensibles.

Ya lo advirtió Molière: «Hay que comer para vivir, y no vivir para comer». El impacto favorable de la dieta sobre las enfermedades cardiovasculares o sus factores de riesgo se ha evidenciado con el consumo de la dieta mediterránea: aceite de oliva; todo tipo de pescados (preferentemente azules); frutas y frutos secos; verduras, hortalizas y legumbres; cereales, pasta y arroz; aves; consumo moderado de vino, y limitación de carnes rojas y quesos grasos. No debe olvidarse la limitación de tres huevos semanales. Disponemos de una infinita variedad de alimentos que pueden permitirnos, según nuestros gustos personales, «diseñar» nuestra propia dieta cardiosaludable: frutas, verduras, hortalizas, legumbres, cereales, pescados y aceite de oliva virgen, pasta, frutos secos, carnes blancas y miel, entre otros. «Para tener una buena salud: coma ligero, respire profundo, viva moderadamente, cultive la alegría y manténgase interesado en la vida». William Londen no pudo expresarlo con mayor claridad.

Asimismo, por su influencia perjudicial es esencial eliminar las grasas trans, que son aceites grasos insaturados sometidos a un proceso de hidrogenación parcial para conferirles un estado semisólido. Algunos alimentos que contienen grasas trans son bollería industrial, porras, churros, margarinas, galletas, palomitas de maíz, caramelos, helados, snacks salados, dulces y productos fast-food. En EE. UU. y Canadá es obligatorio que en la etiqueta se detallen las grasas trans e hidrogenadas de cualquier producto. Su utilización en la alimentación reduce los costes industriales, y en consecuencia, la calidad de lo que consumimos. Mark Twain dio con la clave: «La única forma de mantener buena salud es comer lo que no quieres comer, beber lo que no te gusta beber y hacer lo que no prefieres hacer».

Sucede todo lo contrario con los omega 3-6-9 (docohexaenoico o DHA, linoleico y oleico), que son ácidos grasos poliinsaturados y monoinsaturados presentes en alta proporción en ciertos pescados y en algunas fuentes vegetales. Como el organismo humano no los puede fabricar a partir de otras sustancias, el consumo de suplementos tiene efectos muy beneficiosos para el corazón y el cerebro. Así sucede con los esquimales de Groenlandia, que no sufren infartos porque se alimentan a base de carne de foca, con un alto contenido en ácidos omega. Este hecho avala el aserto de Hipócrates: «Deje que los alimentos sean su medicina y que la medicina sea su alimento».

factores de riesgo cardiovascularActividad física y sedentarismo

Coincido plenamente con John F. Kennedy cuando afirmaba que «la salud física no es solo una de las más importantes claves para un cuerpo saludable, sino el fundamento de la actividad intelectual creativa y dinámica». La relación entre la actividad física y la salud cardiovascular es clara. En los estudios que examinan el nivel de actividad física necesario para obtener beneficio cardiovascular se evidencia un gradiente continuo de beneficio a lo largo de un amplio rango de niveles de actividad. De hecho, la actividad física reduce en un 50% el riesgo de enfermedad cardiovascular y aporta energía y buen humor, mejora la apariencia física, el descanso nocturno y la capacidad de socialización, y contribuye a mantener la independencia a lo largo de los años. Además, eleva el colesterol HDL y mejora el perfil lipídico, y disminuye la resistencia a la insulina, el peso corporal y las cifras de presión arterial.

Los efectos cardioprotectores se pueden obtener con un programa de ejercicio aeróbico moderado y regular durante 30 minutos y, al menos, tres veces por semana, Se recomienda caminar, hacer bicicleta o nadar. Es importante combinar estas actividades con ejercicios de flexibilidad, elongación, coordinación y equilibrio. Por último, deben incorporarse trabajos de tono muscular y fuerza, siempre de acuerdo con las capacidades de cada uno y supervisados por especialistas. Si se necesita bajar peso, el mínimo diario de actividad moderada asciende a una hora.

El ejercicio debe acomodarse al nivel habitual de esfuerzo del paciente, su estado cardíaco y sus actividades preferidas. En prevención secundaria, el programa de ejercicios debe determinarse mediante ergometría previa. Me viene a la memoria la frase de Edward Stanley: «Aquellos que creen que no tienen tiempo para hacer ejercicio, tarde o temprano tienen que buscar tiempo para estar enfermos».

Consumo de alcohol, cocaína y drogas de diseño

En este punto, es oportuno recordar la frase de William Shakespeare: «El alcohol provoca el deseo pero frustra la ejecución». El alcohol puede desencadenar arritmias cardíacas, es decir, alteraciones del ritmo, e influir en el control de la presión arterial. En distintos estudios se ha observado que un consumo elevado de bebidas alcohólicas se asocia a presión arterial más alta. Asimismo, se vincula con una mayor tasa de mortalidad cardiovascular en bebedores excesivos, por su cardiotoxicidad. Sin embargo, el consumo moderado de vino, por su contenido en polifenoles, parece asociarse a menor riesgo cardiovascular total. Hipócrates fue uno de los primeros en confirmar que «el vino es una cosa maravillosamente apropiada para el hombre si, tanto en la salud como en la enfermedad, se administra con tino y justa medida».

Las drogas, y muy especialmente la cocaína, suelen generar importantes trastornos del ritmo. En algunos estudios se han constatado fibrilaciones ventriculares que pueden causar la muerte súbita. Llegados a este punto puede recordarse a Plutarco y uno de sus aforismos: «Quien tiene muchos vicios, tiene muchos amos».

Anticonceptivos

En diversos estudios epidemiológicos se constató la existencia de un riesgo significativamente aumentado de infarto de miocardio y enfermedad tromboembólica asociado al uso de anticonceptivos orales. Se ha demostrado que estas sustancias tienen un efecto adverso sobre la presión arterial, los lípidos sanguíneos y los factores de coagulación de la sangre. Algunos de estos factores, o todos, están relacionados con la cantidad de estrógeno y progestágeno contenida en las preparaciones farmacológicas.

Conflictos emocionales y estrés

Horacio diría que «cada día es una pequeña vida». En primer lugar procura evitar cualquier tipo de conflicto emocional. Mi consejo favorito «Prefiero tener Paz a tener la razón».

Por otro lado debemos tener en cuenta los factores psicológicos, como la llamada personalidad tipo A (tendencia a respuestas psicológicas y fisiológicas con un componente de estrés superior a la media), sobre todo en casos con fuerte carga de presión y hostilidad, que se ha asociado a aumento del riesgo coronario. También se citan determinados factores sociales que contribuyen al aislamiento social (bajo nivel socioeconómico y educacional, ausencia de familiares, etc.) como responsables en el aumento de riesgo coronario, de acuerdo con estudios observacionales. En este punto pueden recordarse las reflexiones de Thomas Jefferson: «Los momentos más felices que mi corazón conoce son aquellos en que derrama su afecto sobre unas cuantas personas estimadas».

El mecanismo de actuación de estos factores podría ser directo, a través de su influencia sobre factores neuroendocrinos (catecolaminas, serotonina), o indirecto, por una escasa adherencia a las recomendaciones preventivas y terapéuticas. Según varios estudios epidemiológicos, las medidas de intervención sobre el estrés se asocian a una disminución de los eventos cardíacos del 35% al 75% y a una reducción del 50% de la mortalidad tras un infarto de miocardio.

En este momento conviene una breve reflexión y un recuerdo de la sabiduría de Gregorio Marañón,  que decía: «La capacidad de entusiasmo es signo de salud espiritual».

factores de riesgo cardiovascularHipertrofia de ventrículo izquierdo (HVI)

Numerosos estudios epidemiológicos han identificado la hipertrofia ventricular izquierda como factor de riesgo para el desarrollo de enfermedad cardiovascular, lo que incluye infarto de miocardio, insuficiencia cardíaca congestiva y muerte súbita. Estas cardiopatías se producen como consecuencia de una sobrecarga crónica de presión o de volumen y su prevalencia es mayor con cifras elevadas de presión arterial. Por otra parte, datos del estudio Framingham indican que la regresión de la hipertrofia se asocia a disminución del desarrollo de eventos cardiovasculares.

La hipertrofia ventricular izquierda es un importante indicador, porque es la que estima el índice de masa ventricular izquierda basada tanto en los criterios de voltaje como en los de duración y evidencia, relacionados con la mortalidad a 10 años. Como diría Gandhi: «Cuando todos te abandonan, Dios se queda contigo».

Lipoproteína Lp(a)

La lipoproteína Lp(a) es una proteína aterogénica rica en colesterol, considerada en la mayoría de los estudios como un factor de riesgo independiente. Se consideran patológicos niveles por encima de 30 mg/dl. Esta proteína es sintetizada en el hígado y su estructura es muy semejante a la del LDL y el plasminógeno. La lipoproteína Lp(a) es una molécula compuesta de proteínas y grasa que transporta el colesterol y otras sustancias similares a través de la sangre. Constituye una variedad de colesterol LDL que propicia la formación de trombos causantes de infartos de miocardio e ictus.

El mecanismo por el que actúa como desencadenante cardiovascular podría estar relacionado con una inhibición competitiva de los procesos de generación de plasmina, lisis del coágulo y fijación de plasminógeno a células endoteliales, monocitos y plaquetas. Así se fomenta un estado protrombótico. También se estimula la proliferación y la migración de las células musculares lisas in vitro.

La niacina en dosis habituales disminuye un 30% los niveles plasmáticos de esta lipoproteína. Sin embargo, su uso no se recomienda sistemáticamente por sus efectos adversos, sin lugar a dudas el tratamiento mas innovador es la inmunoadsorción y la plasmaferis, a través de los cuales se logra una deplección de la Lp (a).

Homocisteína

Niveles elevados de homocisteína en sangre pueden dañar el tejido que reviste las arterias y hacer que la sangre se coagule más fácilmente de lo que debería, con lo que aumenta el riesgo de trombosis. La homocisteína es un aminoácido producto del metabolismo de la metionina, otro aminoácido esencial aportado por las proteínas de alimentos como la carne, los huevos, los lácteos o el pescado.

La elevación de la homocisteína en el adulto, sobre todo en presencia de déficit de ácido fólico y vitamina B12, se asocia a enfermedad arterial coronaria y periférica prematura, con un riesgo de enfermedad 30 veces mayor que en sujetos con niveles normales. El mecanismo de actuación está relacionado posiblemente con un estado procoagulante y con un daño directo en el endotelio vascular. El catabolismo de este aminoácido depende de la enzima cistationina b-sintetasa.

Factores hemostáticos sanguíneos

Algunos factores relacionados con la hemostasia y la coagulación se han asociado con un aumento del riesgo cardiovascular. Entre ellos figuran el factor VII de la coagulación, el de von Willebrand, el número de plaquetas y su agregabilidad, la trombina, la antitrombina III y las proteínas C y S. También son factores hemostáticos los relacionados con la actividad fibrinolítica, como el activador del plasminógeno tisular. Entre todos ellos, la asociación con las concentraciones de fibrinógeno es la más consistente. El ejercicio físico, el abandono del tabaco y los fibratos alteran favorablemente los niveles de fibrinógeno.

Microalbuminuria

También se ha constatado el valor pronóstico de un moderado incremento en la excreción de proteínas en orina, es decir, la «microalbuminuria», que se confirmó como importante predictor de resultados cardiovasculares. La asociación de microalbuminuria con bajo filtrado glomerular estimado (FGe) tiene un efecto multiplicador.

Por otra parte, nuevos estudios refuerzan la evidencia del valor pronóstico del filtrado glomerular estimado (FGe). Por cada reducción del 50% de FGe basal, el riesgo de eventos vasculares se incrementa significativamente, 2,2 veces, y el aumento concomitante de riesgo de muerte cardiovascular y eventos renales es 3,6 y 63,6 veces superior, respectivamente.

Testosterona y su influencia cardiovascular

«Amar y sufrir es, a la larga, la única forma de vivir con plenitud y dignidad», afirmaba con gran acierto Gregorio Marañón. Por este motivo, me preocupa especialmente que, a partir de los 50 años, se produzca en el varón un descenso de los niveles de testosterona. Este déficit está detrás de numerosos problemas de salud, entre ellos la disminución del deseo sexual y la disfunción eréctil, así como de diversos síntomas psíquicos (irritabilidad, ansiedad, nerviosismo, depresión) y somáticos, como problemas de sueño, fatiga y disminución de la fuerza muscular.

La terapia de sustitución con testosterona (inyección trimestral, gel) tiene un efecto muy positivo y eficaz para normalizar sus niveles. Propicia además un incremento del deseo y de la actividad sexual, aumento de la calidad de la erección, mejoría del bienestar y el estado de ánimo y elevación de la energía y la fuerza muscular. René de Chateaubriand afirmaba que «mientras que el corazón tiene deseo, la imaginación conserva ilusiones».

Proteína C reactiva (PCR)

Recientemente se han descrito nuevos parámetros, como la proteína C reactiva (PCR), que guardan relación con un aumento de la incidencia de eventos cardiovasculares. No obstante, debe decirse que, en torno a esta asociación, existen varios estudios de investigación en curso. Cuando las placas de ateroma (depósitos de grasas y fibras presentes en la pared interna de las arterias) se inflaman, aparece la PCR, que se sintetiza en el hígado como respuesta a una inflamación existente en el organismo.

Demasiada inflamación, por exceso de peso, por colesterol alto o por una infección crónica de bajo nivel, puede dañar el revestimiento de las paredes arteriales. Decenas de estudios concluyen que los pacientes con concentraciones altas de PCR tienen mayor riesgo de infarto de miocardio y accidentes cerebrovasculares.

La infección como factor de riesgo cardiovascular

«Solo vive el que sabe», decía Baltasar Gracián. Aun así, hemos de ser conscientes de que vivimos bajo el riesgo de infecciones, más todavía en el ámbito de una globalización en la que influyen los flujos migratorios. Las infecciones por virus y bacterias favorecen el riesgo de enfermedad cardiovascular, principalmente al haberse relacionado con el proceso arterioesclerótico que afecta a las arterias coronarias. Esta situación favorece el infarto agudo de miocardio y contribuye a desencadenar alteraciones en la conducción de los impulsos nerviosos en el corazón que provocan arritmias, como la fibrilación auricular y ventricular. También promueve la infección de los tejidos del corazón con afectación del músculo cardíaco (miocarditis), las válvulas (endocarditis) o el pericardio, la cubierta que reviste el corazón (pericarditis).

Aunque aún se desconoce el mecanismo exacto, según se cree, algunos microorganismos muestran un tropismo específico por las células de las paredes de los vasos sanguíneos (células endoteliales), lo que contribuye a la lesión vascular mediante la destrucción de las células (efecto citopático directo), la inhibición de la muerte celular programada normal de células endoteliales (apoptosis) o la inducción de respuestas autoinmunitarias focales. Se ha comprobado que algunos virus pueden inducir a la acumulación de cristales de colesterol u otras formas del mismo en las células musculares de los vasos, así como favorecer fenómenos de coagulación en las células de la pared de los vasos.

Entre los microorganismos implicados en el riesgo cardiovascular destacan estreptococo beta-hemolítico del grupo A, Staphylococcus aureus, Chlamydophila pneumoniae, citomegalovirus, enterovirus, rubéola, Helicobacter pylori, herpes simple e infecciones periodontales.

Te llamo desde el cielo                    

Todavía recuerdo el día que a mi padre, con 92 años, le implantamos un marcapasos bicameral, con cardioversión previa de su flutter. Mantuvo un excelente estado físico y mental durante varios años hasta que, tras cumplir 97 y después de superar varias anginas de pecho, decidimos implantarle dos stents. Entonces revivió hasta tal punto que era difícil seguir sus pasos en sus rutas gastronómicas. Lamentablemente falleció por una infección de orina, que es la gran amenaza de las personas mayores, sobre todo en épocas de calor. Pero como decía Kant: «El cielo le ha dado tres cosas al hombre como contrapeso a tantas penas: la esperanza, el sueño y la risa».

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Manuel de la Peña, M.D., Ph.D.

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