Los secretos de la longevidad

A mi entrañable padre, a sus 98 años, aún le decía que de él había heredado su hipertensión y su hipercolesterolemia. Él me replicaba muy contundente que sí, pero que también me había legado su longevidad. Esta herencia me anima, porque todavía me quedan al menos 44 años para llegar a su edad. Eso sí, había conservado unas excelentes facultades físicas y mentales por una receta tan sencilla como su disciplina férrea en hábitos y estilos de vida saludables. Como él mismo insistía: «aplícate el cuento y lee a Gregorio Marañón, que decía que el hombre debe ser esclavo de la acción si quiere vivir». Es obvio que la longevidad es una característica multifactorial en la que influyen factores genéticos y ambientales.

Sin duda, el proceso de envejecimiento requiere una atención permanente y mucho tesón. Son beneficiosos los hábitos de vida saludables, una actitud positiva ante las adversidades y una relación sana con la familia y los amigos. Si adoptamos estos hábitos en una edad temprana, nos servirá de ayuda para lograr un envejecimiento saludable. Aristóteles decía que «adquirir hábitos desde jóvenes tiene una importancia absoluta», sobre todo si se considera que el 90% de las personas tiene miedo a hacerse mayor. Los principales motivos que despiertan este miedo son el declive del estado físico, la pérdida de memoria y la posibilidad de padecer enfermedades crónicas. Parafraseando a Platón, «teme a la vejez, pues nunca viene sola». Algunas de estas preocupaciones son más acusadas en personas menores de 65 años pero, como decía Pitágoras, «una bella ancianidad es la recompensa de una bella vida».

Si observamos la evolución, se constata que, a medida que transcurren los siglos, la vida se alarga. La esperanza de vida se ha elevado enormemente, de 34 años en tiempos pasados a 80-85 años en los países desarrollados hoy en día. Japón y España son países de población muy longeva, gracias a la dieta mediterránea. En estos momentos, el hombre más longevo es un japonés de 111 años. Tal vez algún día llegaremos, como las tortugas, a los 180 años. Los centenarios sirven de modelo de envejecimiento y, como bien argumentaba Sócrates, «los que en realidad aman la vida son aquellos que están envejeciendo».

Sistemas de defensa antioxidante

A lo largo de la evolución, el organismo ha adquirido mecanismos de defensa contra los radicales libres que intentan prevenir su producción, detener o retardar la reacción de oxidación en cadena que desencadena el radical, reparar los daños que causan a las macromoléculas o degradar las lesionadas. Los mecanismos antioxidantes suelen actuar de forma coordinada. Ejercen su función en localizaciones subcelulares concretas y se agrupan en dos sistemas de defensa antioxidante: enzimático y no enzimático. Son muchos los autores que se han pronunciado respecto a la longevidad. Según James Watson, Premio Nobel de Medicina, «uno de los secretos de la longevidad consiste en reducir los niveles de antioxidantes».

El sistema antioxidante enzimático constituye la primera y mejor línea de defensa contra los radicales libres. Está integrado por tres enzimas principales que trabajan en cadena para desactivar selectivamente radicales libres: superóxido dismutasa, que influye en el índice de longevidad; catalasa, cuya actividad enzimática se ve alterada por la temperatura y el pH, y glutatión peroxidasa, que tiene actividad enzimática en las mitocondrias y protege la célula contra la acción de radicales libres.

LongevidadEl sistema antioxidante no enzimático incluye una larga serie de compuestos de bajo peso molecular. Los más importantes son vitamina E, vitamina C, vitamina A y glutatión reducido. Es una lástima que el ser humano, tras una mutación genética, haya dejado de sintetizar vitamina C. No sucede así con otros animales, como el cerdo, que sintetiza 10 gramos diarios. Por ello puede meter el hocico en todo sin infectarse: la vitamina C aumenta la resistencia a la infección y la producción de interferón y eleva la actividad inmunológica de los linfocitos. Linus Pauling, premio Nobel de Medicina, ya utilizaba altas dosis de vitamina C. También juegan un papel importante en la defensa mediada por enzimas, sin ser verdaderos antioxidantes, componentes como coenzima Q, manganeso, flavonoides, polifenoles, ácidos fenólicos, selenio, cobre, hierro y otros minerales.

Por este motivo, puede recurrirse a remedios tradicionales, como plantas medicinales (cúrcuma, silimarina, muérdago, jengibre, maca, crisantemo), o a suplementos naturales como el resveratrol, complejos de B, jalea real, polen, L-carnitina, 5-HTC, NAD y NADH, 5-adenosil, PQQ (pirroloquinolina quinona, antioxidante muy potente) y el propio bicarbonato sódico (que neutraliza molestias digestivas). La lista de principios activos y sustancias naturales válidos podría llegar hasta el agua de mar, que es similar al plasma sanguíneo.

El paradigma de estos hábitos son las mujeres tailandesas, que consumen grandes dosis de crisantemo y «envejecen bellísimas». Me viene a la memoria el genial aserto de Ernesto Sábato, que nos recordaba que «la vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza a aprenderlo, ya hay que morirse».

Por este motivo, muchas veces me pregunto por qué hemos abandonado la admirable costumbre de nuestros ancestros que, al consumir este tipo de sustancias, subsanaban innumerables molestias y recibían las fuerzas vitales de la naturaleza. Cada día soy más partidario de rescatar remedios naturales tradicionales y de combinarlos con moléculas innovadoras. En este sentido, vivo fascinado por las fórmulas magistrales de Galeno, que llegaba a mezclar 70 principios activos y sustancias naturales en su conocida «triaca», utilizada durante 2.000 años.

Las dificultades para vivir más

El ambiente en el que nos desarrollamos, con prácticas como el consumo de alimentos transgénicos, las grasas trans, la exposición a plagas por los flujos migratorios, la contaminación del aire y los plaguicidas, entre otros, dificultan vivir más. Estas sustancias favorecen la adquisición de enfermedades, el desencadenamiento de discapacidades y una muerte más temprana. Debe procurarse evitar este tipo de situaciones. Según Séneca, «la vida es como una escuela de gladiadores: convivir y pelear».

Dieta, ejercicio y descanso

Otro de los secretos reside en mantener una alimentación sana, rica en todo tipo de pescados, aceite de oliva y con abundancia de fruta, verduras y legumbres. Se beberán además 1,5–2 litros de agua mineral al día, lo cual tiene un efecto muy beneficioso, especialmente en la prevención de la arterioesclerosis y, por supuesto, en la prevención del cáncer de colon (hoy tan frecuente). Por ello, conviene inclinarse por la dieta mediterránea, que contiene antioxidantes naturales y produce un efecto positivo sobre el mantenimiento de las funciones celulares, como constató el profesor Grande Covián en sus investigaciones. Es incontestable que los centenarios tienden a ser más delgados e ingieren, en promedio, menos calorías al día. Las dietas hipercalóricas e hiperproteicas disminuyen la capacidad antioxidante. Uno de los grandes desafíos es la obesidad, ya que las citoquinas inflamatorias de los adipocitos del abdomen agreden al endotelio vascular y lo hacen disfuncionante. Como decía Thomas Edison, «el médico del futuro no tratará el cuerpo humano con medicamentos, sino que más bien curará y afrontará las enfermedades con la nutrición».

Ahora bien, quien desea de verdad que «le cambie la vida y tener más energía» debe someterse a un test de intolerancia a los alimentos. Después, deberá eliminar drásticamente de su dieta aquellos que le sean perjudiciales.

LongevidadMi amiga del alma, Nati Abascal, guarda uno de los secretos de la eterna juventud. Domina las dietas macrobióticas, los complejos vitamínicos biológicos y la ingesta de productos naturales como el jengibre, la cúrcuma o el hibisco, o de frutas ecológicas como coco (aumenta las defensas), granada, arándanos y frutos rojos, dentro de una lista innumerable. Nati siempre me dice que en casa de Valentino solo se consumen productos orgánicos, algo esencial, dado que «somos lo que comemos». En definitiva, el objetivo debe ser una alimentación sana y equilibrada que garantice un aporte óptimo de todas las vitaminas, minerales, aminoácidos y ácidos grasos esenciales. En este sentido, el profesor Walter Willet, de la Universidad de Harvard, considera que la famosa pirámide alimentaria debe incluir la ingesta diaria de complejos de multivitaminas aunque, eso sí, de una calidad óptima que garantice la biodisponibilidad.

Nuestra capacidad antioxidante mejora extraordinariamente con el «ejercicio físico». Aunque sea moderado, de al menos 20 minutos, tres veces por semana, permite mantener en forma el organismo y mejora nuestro estado de felicidad al segregar endorfinas. Lo ideal es practicar un mix físico-mental, como Pilates, qi gong, yoga o, sencillamente, caminar. Además, como decía Joseph Adison, «la lectura es a la mente lo que el ejercicio al cuerpo».

Quien desee hacer deporte que requiera un gran esfuerzo debe conocer su capacidad cardiovascular a través de una prueba de ergometría y, si es necesario, un angio-TAC coronario. Estas pruebas permitirán detectar precozmente una isquemia coronaria y evitar muertes súbitas. Como recordaba Albert Einstein, «la vida es como la bicicleta, hay que pedalear hacia adelante para no perder el equilibrio».

Otra receta para vivir más es «saber soñar». El sueño se divide en dos fases: el sueño profundo repara la fatiga física; el REM, la fase onírica, de ensoñación, repara la fatiga mental del día. En los casos de alteración del ciclo sueño-vigilia, los suplementos de melatonina, en dosis eficaces, suelen ser útiles clínicamente. La calidad del sueño es fundamental. Afirmaba Antonio Machado: «si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo, despertar».

En conclusión, el primer trinomio de la longevidad está formado por dieta, ejercicio y descanso.

Control de la exposición a factores de riego

Es esencial un control adecuado de la tensión arterial y mantenerla en una cifra máxima de 130/80 mmHg, ya que es un factor de riesgo cardiovascular silencioso, que además acelera el envejecimiento. Se mantendrán, asimismo, niveles plasmáticos de glucosa <110, hemoglobina glicosilada < 6 y colesterol total <180 (con LDL <70 y HDL >45), por el daño directo e irreversible que producen sobre el endotelio vascular (el cutis de la arteria). Para ello, se eliminarán las «grasas trans» de la dieta. Otro efecto beneficioso evidente, tanto en el nivel cardiovascular como en el cerebral, es el consumo de ácidos grasos omega 3-6-9; su paradigma son los esquimales, que se alimentan de carne de foca, con alto contenido en omega y que, en consecuencia, sufren menos infartos de miocardio. Sus descubrimientos sobre la regulación del metabolismo del colesterol les valieron a Michael Brown y Joseph Goldstein el Premio Nobel de Medicina.

Por otra parte, en lo referente a la longevidad, es fundamental protegerse de la exposición repetida de la luz ultravioleta, que produce envejecimiento prematuro. También se han de evitar el estrés y el tabaco, que disminuyen la capacidad antioxidante y aceleran progresivamente su envejecimiento. Es evidente que lo ideal es tener tiempo suficiente para relajarse o rodearse de gente afín a los hábitos y estilos de vida saludables que incrementan la longevidad.

No deja de sorprenderme ver a personas envejecer con algún tipo de deterioro cognitivo, de modo que el origen real de numerosas demencias seniles se asocia a «microinfartos cerebrales múltiples» que disminuyen la perfusión cerebral de zonas vitales y generan un deterioro cognitivo progresivo. Es muy importante realizar un diagnóstico diferencial de este tipo de demencias con la enfermedad de Alzheimer, con la que tan habitualmente se confunden, como no se cansa de reiterar mi admirado colega, el Dr. Valentín Fuster, a quien tuve el grato honor de entregar el Premio a la Excelencia Sanitaria del Instituto Europeo de Salud y Bienestar Social. La clave es minimizar la exposición a los factores de riesgo anteriormente mencionados y utilizar dosis bajas, de 80-150 mg, de ácido acetilsalicílico. Así lo recomienda la American Heart Association, que destaca su beneficio preventivo por su capacidad antiagregante.

No obstante, la gran amenaza de la longevidad procede de patologías como la obesidad, la diabetes, el síndrome metabólico, la hipertensión arterial, las arritmias, el cáncer y otras enfermedades crónicas.

ATP: la molécula de la vida

El ATP, siglas de adenosín-trifosfato, es una molécula que el organismo produce en las mitocondrias durante la respiración celular. Actúa como el «transportador universal de energía» de nuestro cuerpo, tan necesaria para todas sus funciones. El ATP se sintetiza a través del ciclo de Krebs y, por tanto, la ingesta de nutrientes debe estar orientada a optimizar su producción. Uno de sus activadores enzimáticos es el pirofosfato de tiamina, también conocido como cocarboxilasa, que aumenta el metabolismo energético. Personalmente, he obtenido buenos resultados clínicos con esta sustancia, que tan a fondo estudió Severo Ochoa, Premio Nobel de Medicina.

Marcadores tumorales

Según la American Cancer Society, uno de cada tres ciudadanos puede llegar a sufrir un cáncer y su curación depende mucho de su diagnóstico precoz. En este contexto tienen un papel fundamental los marcadores tumorales, que son sustancias habitualmente producidas por las células tumorales y que se encuentran en la sangre, la orina y otros fluidos corporales. Estos marcadores se pueden detectar en el laboratorio a través de una muestra de sangre u orina. Los más utilizados son CEA, CA 15-3 (mama), CA 19-9 (colon, pulmón, páncreas y mama), PSA (próstata), CA 12,5 (ovarios y linfomas), Cyfra 21.1 (pulmón), CA 72-4 (estómago), BTA (vejiga), tiroglobulina y calcitonina (tiroides), AFP y HCG (hígado, ovarios, testículos), entre otros. Desde mi punto de vista se debería universalizar este tipo de test para su inclusión habitual en nuestros chequeos. Los marcadores tumorales apoyados por pruebas de imagen como el PET-TAC y, en algunos casos, inmuno-PET permiten un abordaje terapéutico precoz.

Estado de ánimo

La longevidad debe ir acompañada de un buen estado de ánimo, el cual depende fundamentalmente de niveles altos de neurotransmisores, especialmente serotonina, dopamina, oxitocina, etc. Esto hace necesaria la ingesta de suplementos como, por ejemplo, el triptófano, un precursor de la síntesis de serotonina. Sin embargo, la tecnología más innovadora es la «estimulación magnética transcraneal» que permite un abordaje terapéutico de múltiples patologías cerebrales, entre ellas la depresión y la pérdida de memoria. Según Gandhi, «la enfermedad es el resultado no solo de nuestros actos sino también de nuestros pensamientos».

Conflictos emocionales

A veces me encuentro con personas en la cincuentena a las que hace un tiempo que no veía. Algunas han dado un gran bajón, ya sea provocado por una enfermedad, por no interesarse en absoluto por su salud o, en muchas ocasiones, porque han traspasado la línea roja de los conflictos emocionales. Psicológicamente estamos preparados para afrontar los conflictos, pero si estos nos desbordan pueden conducirnos a un agotamiento psicosomático, que es la última fase del estrés. En esta fase aparecen numerosas manifestaciones clínicas que sitúan al borde del precipicio a mis glándulas favoritas: timo, hipófisis y pineal.

Llegados a este punto, debemos conocer con claridad el secreto de Juvenal, poeta romano del siglo I que aconsejaba mens sana in corpore sano. Este principio, aplicado a la vida real, reporta grandes beneficios.

Un consejo: huye y aléjate de cualquier tipo de conflicto. Como decía mi querido padre, «la pasión puede a la razón» y siempre es mejor un mal acuerdo que un buen conflicto, sobre todo si es interminable. En estas situaciones, acuérdate de Mario Benedetti, poeta uruguayo, y de su confortadora sentencia: «el perdón es un puñado de sentimientos que a veces nos acaricia cuando el alma llora».

El linaje genético

LongevidadIndudablemente, la herencia genética es esencial para la longevidad. Existen diversas variantes de genes que pueden almacenar las claves de una vejez saludable. De hecho, los longevos o centenarios suelen vivir, como mínimo, 15 años más debido a una variante genética en el cromosoma 9p21.3; en el 80% de los casos corresponde a mujeres portadoras. Recientemente se ha descubierto un gen que alarga la vida, se llama APOB y bautizado como Matusalén. Este gen lleva la información bioquímica necesaria implicada en el transporte del colesterol LDL (malo) hacia el hígado para su posterior degradación. Las familias que comparten variantes de este gen superarán los 100 años de vida. Ahora bien, tengamos la suerte o no de heredar los genes de la longevidad, hemos de perseverar en adoptar hábitos sanos.

Genética, farmacogenética y farmacogenómica

Los recientes avances en la genética molecular y en el genoma humano han permitido identificar genes que ayudan en el diagnóstico y el tratamiento personalizado de las diferentes enfermedades. Uno de mis científicos favoritos, Francis Collins, destacado investigador en este campo, considera que este hito reafirmó su fe en Dios y no duda en afirmar que «los milagros son una posibilidad real».

El cribado genético está diseñado para conocer la predisposición de una persona a sufrir determinadas enfermedades. A través de un test de saliva se puede recoger una muestra de ADN y analizar los polimorfismos para, de una forma personalizada, prevenir y orientar el tratamiento a dianas terapéuticas.

Se pueden conocer los genes de la longevidad, así como los responsables de distintas patologías. El paradigma es el gen FLNC, descubierto muy recientemente, que es el codificante de la proteína «filamina C». La formación de agregados de esta proteína en el músculo cardiaco provoca miocardiopatía hipertrófica y es responsable de alteraciones cardiacas y muerte súbita. Si se dispusiera con antelación de este conocimiento para esta clase de pacientes sería posible anticiparse y, por ejemplo, implantar un desfibrilador que evite la fibrilación ventricular, que es la arritmia que desencadena la muerte súbita.

De ahí el gran valor que hoy tiene la farmacogenética y la farmacogenómica en la medicina personalizada. La primera permite conocer el efecto de la variabilidad genética de un individuo ante determinados fármacos. La segunda facilita el estudio de las bases moleculares y genéticas de las enfermedades para desarrollar nuevas vías de tratamiento.

Epigenética

Se llama epigenética al conjunto de procesos bioquímicos que modifican la actividad del ADN sin alterar su secuencia. Lo incesante de esto respecto a la longevidad está en la clave de la investigación, que reside en conseguir descifrar el lenguaje del genoma humano que codifica pequeñas modificaciones bioquímicas capaces de regular la expresión de múltiples genes.

La epigenética es la herencia de patrones de expresión de genes que no están determinados por la secuencia genética. A modo de ejemplo, el chimpancé y el hombre comparten el 99% de los genes. Lo que los distingue es la epigenética, que explica la interacción de los genes con el ambiente y el estilo de vida.

Existen varias compañías que se dedican exclusivamente a desarrollar medicamentos que restauren los cambios epigenéticos.

Proteómica y biomarcadores

Otro de los secretos es el análisis proteómico asociado a patologías concretas. Gracias a este análisis es posible identificar «proteínas» que permitirían diagnosticar la enfermedad y pronosticar su evolución, potencialmente expandiendo la longevidad. Estas proteínas se conocen con el nombre genérico de «biomarcadores» y facilitan la instauración de terapias personalizadas, en las que se conoce de antemano la casuística de los pacientes y su posible respuesta al tratamiento, para aplicar así el fármaco adecuado.

Mis glándulas favoritas antienvejecimiento

Tres glándulas son mis favoritas: timo, glándula pineal e hipófisis. El timo pesa 10 gramos y está ubicado detrás del esternón. Su función es producir linfocitos T, por lo que en su seno reside nuestro sistema inmunológico. Cuando la glándula del timo está activa, el organismo no envejece; sin embargo, y lamentablemente, involuciona con el tiempo. Otra glándula clave es la pineal, que regula el ciclo vigilia-sueño. Por último, la hipófisis controla el eje hormonal antienvejecimiento. Si «reseteáramos» la hipófisis y la glándula pineal, se rescatarían varios años de juventud. Este sí sería un secreto digno de desvelar. Como siempre digo, «imaginación al poder, que todo se puede conseguir».

Terapia hormonal sustitutiva: testosterona, GH y DHEA

A partir de los 50 años se produce en el varón un descenso de los niveles de testosterona. Este déficit es responsable de numerosos problemas de salud, entre ellos la disminución del deseo sexual y la disfunción eréctil, así como de síntomas psíquicos (irritabilidad, ansiedad, nerviosismo y depresión) y somáticos (problemas de sueño, fatiga y disminución de la fuerza muscular).

La terapia de sustitución con testosterona (inyección trimestral, gel) tiene un efecto muy positivo y eficaz para normalizar los niveles de esta hormona. Algunos de estos efectos son incremento del deseo y de la actividad sexual, aumento de la calidad de la erección, mejoría del bienestar y del estado de ánimo e incremento de la energía y de la fuerza muscular.

Por su parte, la hormona del crecimiento tiene un efecto sobre la regeneración neural a través de la proliferación de células madres neurales y la transformación de estas en neuronas. Siendo esta clave para la longevidad. En general se han observado efectos reparadores en pacientes con daño cerebral adquirido. Asimismo, la hormona del crecimiento reequilibra los niveles de neurotransmisores, eleva los niveles de beta-endorfinas, es un regulador del humor, evita la atrofia del cerebro típica de la edad, mejora las funciones cerebrales y refuerza el sistema inmunológico.

La DHEA es una hormona endógena que se segrega a través de la glándula suprarrenal. Funciona como precursor de las hormonas sexuales masculinas y femeninas: andrógenos y estrógenos. Tiene efectos sobre la función cerebral, el sistema inmunitario, el metabolismo y el tejido óseo.

Con todo, las terapias hormonales sustitutivas requieren un seguimiento médico estricto para evaluar posibles efectos adversos. Ningún paciente debe automedicarse sin prescripción médica, ya que su uso terapéutico puede ejercer influencia en los tipos de cáncer hormono-sensibles (mama, útero, ovario y próstata).

Células madre: su conversión en terapias

Las áreas de investigación en células madre son apasionantes y plantean un enorme desafío. De hecho, tienen un gran potencial para tratar un amplio espectro de enfermedades, como diabetes, enfermedades neurodegenerativas, lesiones de médula espinal y dolencias cardiovasculares, entre otras muchas. John Gurdon y Shinya Yamanaka recibieron el Premio Nobel por descubrir la forma de transformar células pluripotentes en cualquier tipo de tejidos, lo que abría la posibilidad de obtener células madre a partir de células adultas. Estas investigaciones arrojaron mucha luz sobre el misterio que rodea a la longevidad.

La traslación de estas investigaciones a la práctica clínica ya es una realidad en muchas patologías. Como consecuencia, existe una amplia oferta de «turismo sanitario con células madre» en hospitales internacionales, si bien conviene asegurarse de su seguridad y eficacia a través de ensayos clínicos previos.

Telómeros: evitar su acortamiento

Los telómeros son complejos que recubren los extremos de los cromosomas que mantienen la integridad del genoma y los protegen del proceso de envejecimiento. Por lo tanto, el acortamiento del telómero implica la senescencia de la multiplicación celular. Dicho con una comparación coloquial, los telómeros son como los plásticos de los extremos de los cordones de los zapatos, que con el uso se desgastan y se acortan.

Varios  factores influyen en el proceso de acortamiento de los telómeros: estrés oxidativo, sobrepeso, falta de sueño y depresión. Por el contrario, la prevención del acortamiento se consigue con ejercicio físico, ingesta de antioxidantes, resveratrol, coenzima Q10, té verde, cúrcuma, vitamina D3, omega-3 y minerales.

El gran desafío, que concentra actualmente numerosas investigaciones, es lograr el alargamiento de los telómeros a través de una enzima, la «telomerasa», y concretamente en sus «activadores enzimáticos», que son un elemento clave para retrasar el envejecimiento. Sus descubridores, Blackburn, Greider y Szostak, fueron distinguidos con el Premio Nobel de Medicina.

En resumen, la telomerasa permite mantener la célula joven.

Medicina y cirugía estética

Una imagen vale más que mil palabras. Este principio explica el notable avance de la medicina y la cirugía estética. Algunas muestras de este auge son la luz pulsada para el blanqueamiento dental y los tratamientos antiaging a base de infiltraciones de vitaminas, ácido hialurónico y factores de crecimiento ricos en plaquetas. Otro de los secretos, y una de mis terapias favoritas, es el rejuvenecimiento facial, sin cirugía, con técnicas de regeneración e hidratación, para recuperar las propiedades de una piel joven, hasta en 20 años. En definitiva, como me trasmite mi buen amigo el cirujano plástico británico que operó a Lady Di, cada vez más se utilizan técnicas mínimamente invasivas que nos permiten quitarnos algunos años y proyectar una imagen más saludable. La clave en este caso reside en saber ponerse en buenas manos y elegir correctamente a especialistas médicos que sean reconocidos por la sociedad científica. No olvidemos el consejo de Platón: «si bien buscas, encontrarás».

Píldoras que retrasan el envejecimiento

Numerosos sistemas filosóficos a través de la historia han buscado la inmortalidad y han indagado en el mito de la fuente de la eterna juventud. Algunos sugieren que esta juventud eterna se alcanza por medio de la búsqueda de la sabiduría y el dominio del cuerpo. Otros postulan la existencia de sustancias que detienen el deterioro biológico del organismo.

Otra clave es la apoptosis, la muerte celular programada, cuya finalidad es autocontrolar el desarrollo y crecimiento de las células. La apoptosis está desencadenada por señales controladas genéticamente, que descubrieron los premios Nobel Sydney Brenner, John Sulston y Robert Horvitz y que sientan las bases de la biología molecular.

La investigación actual se centra en los principios activos que pueden modificar la actividad genética y retrasar el proceso de envejecimiento celular; en suma, regulan la longevidad. Se trata de las «moléculas de la longevidad», como el alfa-cetoglutarato (AKG) que se produce cuando las moléculas generan energía, lo que podría ampliar nuestro calendario biológico, tal como constató Jing Huang, investigador de la Universidad de California. Particularmente, me apasionan las moléculas biotecnológicas que pueden llegar a alargar un 50% la vida, como se observó en gusanos en laboratorio y cuyos resultados se han publicado en Nature.

Terapias combinadas

He descrito infinidad de moléculas, principios activos, remedios tradicionales, técnicas y procedimientos para hablar de los secretos de la longevidad. No obstante, para manejarlos en la práctica clínica, con buen criterio y en dosis adecuadas, es indispensable cubrir este itinerario bajo prescripción médica, y con especialistas expertos en longevidad. En este campo guardo un recuerdo entrañable de mi querido y admirable colega el Dr. Christiaan Barnard, que combinó el corazón con la longevidad. Sigo sus pasos de forma apasionada, siempre en busca de la excelencia. Como nos transmitiera la sabiduría de Francisco de Asís: «empieza haciendo lo necesario, después lo posible, y de repente te encontrarás haciendo lo imposible».

El arte de vivir

La vida es un arte. «da siempre lo mejor de ti y lo mejor vendrá», decía mi admirada Teresa de Calcuta, Premio Nobel de la Paz. Hay que saber disfrutar cada segundo, con un máximo cuidado de nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro espíritu. Vuelvo otra vez a la figura de mi padre (+98), mi paradigma como gran científico, intelectual, pintor y amante del piano, tan capaz de conciliar su vida filantrópica con su sibaritismo gastronómico y sus recuentos leucocitarios. Del talento de mi padre tan solo he sido capaz de asimilar el hábito de escribir, su arte de la vida y el manejo clínico de la sangre. Todo ello gracias a que, cuando yo tenía apenas 12 años, me obligaba a distinguir los linfocitos de los basófilos. Con su férrea disciplina no cesó en insistir para que leyera a Aristóteles y asimilara que «la inteligencia consiste no solo en el saber, sino también en la destreza de aplicar los conocimientos en la práctica».

El cielo puede esperar

Mi convicción es firme: si seguimos el itinerario descrito con rigor científico y estrictamente pilotados por gurús de la medicina lograremos extender nuestra longevidad para vivir más y mejor, ya que el elixir de la eterna juventud está escondido en «nuestro interior». Jean-Jacques Rousseau insistía en que «el hombre que más ha vivido no es aquel que más años ha cumplido, sino el que más ha experimentado la vida». Para ir más allá, recordemos las palabras de Cicerón: «las enfermedades del alma son más perniciosas que las del cuerpo». Como colofón, concluyo que el Cielo puede esperar, porque según Platón «el tiempo es una imagen móvil de la eternidad».

Manuel de la Peña, M.D., Ph.D.

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Director de la Cátedra del Corazón y Longevidad, Doctor “cum laude” en medicina, profesor de cardiología, escritor, académico, investigador y con experiencias de éxito en gestión.

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