Como decía Molière, «todos los vicios, con tal de que estén de moda, pasan por virtudes». En el mundo hay mil millones de fumadores y el 80% viven en países de ingresos bajos o medios. Cada seis segundos muere una persona a causa del tabaco, lo que representa uno de cada diez fallecimientos de adultos. El humo del tabaco contiene más de 4.000 productos químicos, de los cuales al menos 250 son nocivos y más de 50 causan cáncer. Entre ellos se encuentran la nicotina, los alquitranes y los irritantes tóxicos. Existen evidencias científicas de que las enfermedades cardiovasculares están estrechamente vinculadas con el consumo de tabaco y se ha establecido una clara relación entre el tabaco y la enfermedad coronaria. Sin embargo, «el deseo vence al miedo, atropella inconvenientes y allana dificultades», como dijera Mateo Alemán. En este escenario, ha emergido con fuerza el cigarrillo electrónico. En Europa son ya treinta millones los consumidores de este producto. Los cigarrillos electrónicos no son inocuos y, además, no existe una sola evidencia científica seria que avale los cigarrillos electrónicos como herramienta para abandonar el tabaco. Parafraseando a Bertrand Russell, «lo más difícil de aprender en la vida es qué puente hay que cruzar y qué puente hay que quemar».
Desde mi punto de vista personal, es un verdadero disparate vapear sustancias tóxicas con un cigarrillo electrónico, máxime cuando está absolutamente cuestionado por los científicos más relevantes, pero, como diría Aristóteles, «no se puede desatar un nudo sin saber cómo está hecho».
¿Contienen los cigarrillos electrónicos sustancias tóxicas?
En estos productos se detectó asimismo la presencia de acroleína, un irritante asociado con mayores probabilidades de sufrir cáncer de pulmón; acetaldehído, que, además de conllevar el mismo riesgo, incrementa la adicción; y formaldehído, otro conocido cancerígeno. En algunos casos, los niveles de este elemento eran comparables a los observados en los cigarrillos del tabaco. La formación de estas sustancias químicas se correlaciona con el glicerol, muy utilizado como disolvente de nicotina en los cigarrillos electrónicos.
Por tanto, los vapores del cigarrillo electrónico contienen vapor de agua, pero también partículas de nicotina, glicerol, dietilenglicol, propilenglicol, nitrosaminas, partículas PM, cromo y níquel, entre otros. Todos estos componentes son tóxicos a corto plazo para el sistema respiratorio y cancerígenos a largo plazo. A modo de ejemplo, el etilenglicol se utiliza como anticongelante para automóviles. Aunque los cigarrillos electrónicos no contienen alquitrán ni monóxido de carbono, incluyen sustancias tóxicas que no son inocuas. Por lo tanto, en un local cerrado la contaminación por partículas finas liberadas por estos cigarrillos electrónicos crean ambientes insalubres, con los consiguientes riesgos por exposición pasiva. En palabras de Pitágoras, «no hagas de tu cuerpo la tumba de tu alma».
Entonces, pregunto: ¿son peligrosos los cigarrillos electrónicos? La respuesta es compleja. Si bien es cierto que “todo en exceso es malo”, con los cigarrillos electrónicos, que se presentan como una alternativa “menos nociva para la salud” que los cigarrillos normales, este hecho se vuelve más relativo.
Recientemente, muertes producidas directa e indirectamente por vapear con estos dispositivos han hecho que, en Estados Unidos, el actual presidente Donald Trump haya prohibido su uso utilizando estos fallecimientos como argumento en contra del vapeo e incluso se ha iniciado un proceso de investigación criminal contra los responsables de estas muertes a raíz de la polémica surgida.
¿Qué efectos adversos tiene el cigarrillo electrónico?
Por lo tanto, encontramos un significado clínico muy desfavorable en la exposición aguda a los cigarrillos electrónicos y desconocemos las consecuencias de la exposición crónica a los mismos. Recordemos aquí la frase de René de Chateaubriand: «mientras que el corazón tiene deseo, la imaginación conserva ilusiones».
¿Cómo afecta el cigarrillo electrónico al cuerpo?
Aunque no se conocen con certeza los efectos que producen los cigarrillos electrónicos, los estudios realizados revelan alteraciones en las células pulmonares y consecuencias negativas sobre el sistema cardiovascular. Esta última consecuencia se debe a la nicotina, incluida en la gran mayoría de estos cigarrillos. A las repercusiones sobre la salud se suma el hecho de que vapear aumenta el riesgo de la introducción del hábito de fumar, sobre todo con los sabores y especialmente en la población más joven. Un estudio publicado recientemente en la revista American Journal of Public Health confirmaba que los cigarrillos electrónicos, lejos de ayudar a dejar de fumar, crean aún más adicción que los clásicos. Como decía Plutarco, «quien tiene muchos vicios, tiene muchos amos».
Aunque se ha demostrado que los cigarrillos electrónicos facilitan la abstinencia durante el primer mes, no existen datos acerca de su eficacia a largo plazo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) no recomienda el cigarrillo electrónico como estrategia para dejar de fumar. Como declararó John F. Kennedy: «la salud física no es solo una de las más importantes claves para un cuerpo saludable, es el fundamento de la actividad intelectual creativa y dinámica».
¿Porqué es tan difícil dejar de fumar? El circuito de recompensa cerebral
Cuando un fumador inhala la nicotina, esta llega directamente a los pulmones y a la sangre. Se absorbe con rapidez desde la mucosa nasal, oral y respiratoria y, en siete segundos, alcanza al cerebro, donde están los receptores. Desde allí ejerce su acción sobre los sistemas nerviosos central (SNC) y autónomo (SNA). Esta relación, casi inmediata, entre la inhalación del humo y su efecto en el cerebro es uno de los factores que más contribuyen al alto poder adictivo de la nicotina.
Por tanto, esta sustancia es una droga psicoactiva y un potente reforzador conductual capaz de producir una severa dependencia química en el consumidor. Actúa según la dosis: en dosis bajas es psicoestimulante y mejora la capacidad mental, sobre todo la concentración; en dosis altas tiene un efecto sedante, al actuar como depresor. No olvidemos las palabras de Séneca: «lo que la razón no consigue, lo alcanza a menudo el tiempo».
Cambios cerebrales positivos
Cuando un fumador logra abandonar el tabaco con éxito, se desvelan también cambios cerebrales: mejora la conectividad entre la ínsula (origen de los impulsos y deseos) y la corteza somatosensorial (fundamental para el sentido del tacto y el control motor). En definitiva, como muy bien advertía Confucio, «los vicios vienen como pasajeros, nos visitan como huéspedes y se quedan como amos».
¿Cómo puedo dejar de fumar?
Lo más saludable es buscar soluciones definitivas que nos ayuden en la deshabituación tabáquica de una forma más natural. Son válidas para este fin la acupuntura, la hipnosis o los parches-chicles de nicotina como terapia sustitutiva, por citar algunos ejemplos. No obstante, se actuará siempre con la premisa de «tener la voluntad firme de querer dejar de fumar». Lo digo como exfumador. Yo lo conseguí después de ocho intentos, hace ya más de 25 años. Llegado este punto siempre recuerdo a Víctor Hugo y su sabiduría: «el futuro tiene muchos nombres: para los débiles es lo inalcanzable; para los temerosos, lo desconocido, y para los valientes es la oportunidad».
Manuel de la Peña, M.D., Ph.D.
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