Como afirma la Organización Mundial de la Salud, 1 de cada 160 niños tiene algún trastorno del espectro autista (TEA). En este artículo nos vamos a centrar en el Síndrome de Asperger.
¿Qué es y cuáles son los síntomas del Síndrome de Asperger?
Primero hay que definir qué son los trastornos del espectro autista. Consisten en alteraciones del desarrollo que afectan al “comportamiento social, la comunicación y el lenguaje”, sumado a un “repertorio de intereses y actividades restringido, estereotipado y repetitivo” (OMS, 2019). Estos trastornos se inician en la infancia y duran toda la vida. Por este motivo, es de gran importancia detectarlo cuanto antes, ya que va muy ligado a su evolución clínica (Hervás, et al., 2012).
El Síndrome de Asperger, como señala López- Escobar (2008), es un trastorno del desarrollo y “sus manifestaciones varían a medida que avanza el desarrollo”. A pesar de que los rasgos que lo caracterizan se mantienen, los síntomas que pueden presentar en la infancia son diferentes a los que pueden presentarse en la juventud. Los aspectos que pueden causar una variación en las manifestaciones de los síntomas pueden ser: la edad, la capacidad intelectual, la fase de desarrollo en la que se encuentre, la personalidad del individuo, su entorno social y familiar…
Los niños con síndrome de Asperger suelen tener un coeficiente intelectual normal o superior, pero pueden tener dificultades para comprender el lenguaje y las emociones, y para relacionarse con los demás. También pueden tener intereses y comportamientos repetitivos, y pueden ser sensibles a los estímulos sensoriales.
Algunos de los signos y síntomas más comunes del síndrome de Asperger en los niños incluyen:
- Dificultades para establecer y mantener relaciones con los demás.
- Problemas para comprender las señales sociales, como el lenguaje corporal y el tono de voz.
- Dificultades para expresar sus propias emociones y sentimientos.
- Pueden centrarse en un tema o actividad en particular durante largos períodos de tiempo.
- Comportamientos repetitivos, como agitar las manos o dar vueltas.
- Sensibilidad a los estímulos sensoriales. Pueden ser hipersensibles o hiposensibles a ciertos estímulos, como el ruido, la luz o el tacto.
¿Cómo detectar si una persona tiene asperger?
El diagnóstico del síndrome de Asperger suele hacerse entre los 2 y los 5 años de edad. El diagnóstico puede ser realizado por un profesional de la salud mental, como un psiquiatra o un psicólogo.
De acuerdo con Attwood, existen seis maneras para detectar el diagnóstico del Síndrome de Asperger:
- El primero de ellos es el detectarlo en una edad temprana para que el niño pueda recibir los servicios más acordes a su diagnóstico, los más apropiados.
- Lo segundo sería, en caso de no haberlo diagnosticado con anterioridad, el reconocer los rasgos por primera vez en el colegio. En este caso, sería detectado por algún profesor ante la falta de calidad de conversación e interacción social con los otros niños.
- Puede haberse realizado una prueba en la que se haya sugerido un trastorno particular, pero sin concretar en SA. Por ejemplo, que se haya detectado “un retraso en el desarrollo del lenguaje, haber recibido tratamiento por un logopeda y simplemente haber asumido que tiene un desorden del lenguaje”.
- Al diagnosticarse un niño con asperger surge la cuestión de si algún familiar pudiera tenerlo también. No es extraño que haya más de un descendiente con SA o que se de en diferentes generaciones.
- Alguien con asperger no diagnosticado puede haber terminado la etapa escolar “como un poco excéntrico o retraído, pero sin tener ningún signo que pudiera indicar alguna referencia para un diagnóstico”. Sin embargo, cuando llega a la etapa de la juventud puede verse una mayor evidencia de su aislamiento social y sus intentos por unirse a ciertas actividades colectivas que puedan llevarle a la exclusión y esto a la depresión, consecuencia secundaria del SA.
- En la etapa adulta, puede darse el caso de que su propio hijo haya sido diagnosticado con asperger y considerar que algunas de las características de este las manifestaba también en su propia niñez. Al diagnosticarse en adultos, “es muy importante obtener información fiable de las habilidades y conductas de la persona cuando era niño”, para así poder confirmar los recuerdos de estos adultos en su infancia.
Orígenes del Síndrome de Asperger
Tiene este nombre por Hans Asperger, un psiquiatra infantil que describió este término en 1944 por primera vez. Inicialmente, Asperger empezó a interesarse en por qué algunos niños tenían la capacidad de formar grupos, mientras otros niños no tenían esa habilidad. Más adelante se encontró con unos niños muy inteligentes, con intereses peculiares, pero, sin embargo, con un comportamiento muy complicado (Tantam, 1988).
Asperger definió lo que les perturbaba como algo que no era un problema intelectual, sino que radicaba en la relación del niño con otras personas. En definitiva, en su falta de contacto, definiendo que tenían dificultad en entender las expresiones y “una naturaleza interpretable de sus propias expresiones” (Tantam, 1988).
Tal y como señala Artigas (2000), la manera de comportarse del niño que tiene SA “es coherente con la percepción que él tiene de la realidad”. Por tanto, si se comprende cómo procesa en su cabeza la información, podrá entenderse la lógica que atribuye a sus actos, que vistos desde fuera podrían parecer “inusuales o extravagantes”.
Justo un año antes de que se descubriera el SA, Leo Kanner describió el término autismo. Ambas definiciones se centran en aspectos muy concretos y “peculiares de la conducta infantil”. Por ejemplo, en alteraciones del lenguaje y en las habilidades cognitivas. No obstante, la diferencia principal entre ambos términos definidos por Asperger y Kanner radicaba en que los niños con SA tenían un lenguaje “más conservado” (Artigas, 2000).
Es importante recordar que el síndrome de Asperger es una condición que no define a la persona. Las personas con síndrome de Asperger son individuos únicos con sus propias fortalezas y debilidades. Con el apoyo adecuado, pueden tener una vida plena y satisfactoria.
Fuentes:
Artigas (2000): Aspectos neurocognitivos del Síndrome de Asperger.
Attwood, T. (2019): Síndrome de Asperger: Una guía para padres y profesionales.
López- Escobar, M.E. (2008): Detección, diagnóstico y evaluación de los alumnos con síndrome de Asperger. Consejería de Educación. Junta de Andalucía.
Hervás, A., et al. (2012): Los trastornos del espectro autista. Pediatría integral. 780-794.
Tantam, D. (1988): Asperger’s Syndrome. Vol. 29, No. 3, pp. 245-255.
OMS (2022): Trastornos del espectro autista.