Aunque en 1906, año en que Alois Alzheimer publicó sus primeros hallazgos sobre la enfermedad que hoy lleva su apellido, poco o nada sabía el mundo acerca de la misma: actualmente ya es de común acuerdo que se trata de un trastorno neurológico, que afecta con frecuencia a la tercera edad.
Comento que es de común acuerdo, pues, aunque la hipótesis más aceptada por la comunidad científica nos remite a una acumulación de la sustancia amiloide Beta; aún se desarrollan teorías que vinculan al Alzheimer lo mismo con una enfermedad de la sinapsis, que con una enfermedad de las mitocondrias.
Aún a 115 años de su descubrimiento, el conocimiento que tenemos del Alzheimer resulta insuficiente, y no es solamente porque se trate de la enfermedad más compleja del cerebro. Sino también porque al asociarse comúnmente con la tercera edad, no cuenta con tanta financiación para investigaciones como sí lo hace el VIH-SIDA, el cáncer, o más recientemente, la Covid-19.
Como profesional de la salud que ha lidiado con la frustración de tener que comunicar a numerosas familias, que su padre, madre o abuelo padece la enfermedad, y que actualmente poco se puede hacer para detener los síntomas neurológicos y conductuales que provocará en su ser querido, quisiera compartir en este artículo mi conocimiento y criterio sobre el tema.
En un plano más personal, comentaré brevemente sobre una esperanzadora investigación que recientemente ha dado sus frutos en mi tierra natal, Cuba.
¿Qué sabemos hasta el momento sobre el Alzheimer?
Aunque los resultados de los distintos estudios sobre la o las causas de la Enfermedad de Alzheimer sean más o menos aceptadas en la comunidad científica, los médicos en la práctica manejamos la hipótesis amiloide:
Un plegamiento incorrecto de proteínas en el cerebro da lugar a la acumulación de la sustancia amiloide beta (Aβ), que provoca neuroinflamación y estrés oxidativo.
Esto se manifiesta en la forma de deterioro cognitivo y trastornos conductuales.
Dando lugar a una demencia progresiva que puede comenzar con problemas de memoria, como uno de sus síntomas más tempranos. Para luego ver cómo el paciente empeora progresivamente, mostrando dificultades en las áreas del lenguaje, la percepción y las emociones, a medida que la enfermedad avanza.
No pocas veces he presenciado casos con síntomas moderados de Alzheimer en individuos con menos de 65 años. Y es que, aunque en el mundo se asocie la enfermedad con la tercera edad, varios estudios han arrojado que entre el 5% y 10% de personas con Alzheimer tienen menos de 65 años[i].
Más aún, algunas investigaciones incluso han confirmado que la enfermedad puede tener sus inicios incipientes a nivel cerebral, hasta 20 años antes de que aparezcan los primeros síntomas.
Se plantea que los principales factores de riesgo de EA son la senectud y el antecedente familiar positivo[ii]. Este último sugiriendo un origen genético, dentro del cual específicamente el género femenino se suele ver más afectado, a pesar de la mayor longevidad de las mujeres.
La frecuencia de la enfermedad aumenta con cada decenio de la vida adulta, afectando entre el 20% y el 40% de la población a los 85 años de edad.
El Alzheimer actualmente ha llegado a convertirse en un grave problema de salud pública, por la inmensa carga que conlleva para el individuo, la familia, la comunidad y el costo de los recursos sanitarios de atención de salud que requieren los pacientes afectados.
La OMS plantea que lo que hace que este tipo de demencia tenga un impacto tan fuerte en el sistema de salud y en el conjunto de la sociedad es sin duda, su carácter irreversible, la falta de un tratamiento curativo y lo que representa para las familias de los afectados.
¿Qué tratamientos existen actualmente para el Alzheimer?
El objetivo principal del médico ante un paciente con Enfermedad de Alzheimer, es atenuar los problemas conductuales y neurológicos que presentan, durante el mayor tiempo posible.
La enfermedad de Alzheimer no tiene cura, siendo su tratamiento difícil, y al mismo tiempo gratificante si se observa alguna evolución favorable en un paciente.
Tratamiento farmacológico y nuevos medicamentos propuestos
Actualmente no se cuenta con una terapia farmacológica sólida para tratar la enfermedad.
Sin embargo, hay algunos fármacos aprobados por la FDA (Food and Drug Administration), que detienen o ralentizan temporalmente el deterioro cognitivo, funcional y conductual.
Entre estos se describen los inhibidores de la colinesterasa, como el donepezilo, rivastigmina y galantamina, que incrementan las concentraciones de acetilcolina, un neurotransmisor involucrado en el aprendizaje y la memoria.
También se suele indicar la huperzina A: alcaloide natural que atraviesa la barrera hematoencefálica, actuando como un neuroprotector incluso más potente que la Galantamina.
Debido a que las concentraciones demasiado altas o bajas de calcio en las células nerviosas afectan la producción, transmisión y liberación de los neurotransmisores[iii], para tratar la Enfermedad de Alzheimer también se utilizan antagonistas del calcio: los cuales mejoran la circulación sanguínea en el cerebro. Entre estos se encuentran el nimodipino, la flunarizina, verapamilo, y la tetrandrina.
La selegilina es otro medicamento que se prescribe con frecuencia. Es una monoamina antioxidante, que mejora el conocimiento y comportamiento de los pacientes, pero no resulta muy potente.
La inmunoterapia parece ser por el momento, el más promisorio tratamiento para prevenir los depósitos beta amiloide (agregación Aβ). Pues en varios estudios clínicos, se ha comprobado que los anticuerpos anti-Aβ son eficaces para eliminar dichos depósitos[iv].
Suplementos y terapias alternativas más empleadas
Además de los medicamentos utilizados comúnmente para paliar los síntomas de la enfermedad, se suelen recomendar los antioxidantes y la dieta mediterránea: indicados sobre todo para la prevención de la degeneración neuronal. Siendo la vitamina E, el suplemento antioxidante comúnmente empleado para tales propósitos.
Otras vitaminas que ayudan al mantenimiento de las funciones cognitivas en estos pacientes son las vitaminas B12, B6 y el ácido fólico.
Algunos estudios, que se encuentran documentados en la biblioteca médica del Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos, plantean que el cannabidiol (CBD) podría ser un candidato integral para el tratamiento de la Enfermedad de Alzheimer, debido a su efecto neuroprotector, antiinflamatorio y antioxidante[v]. No obstante, como en la mayoría de propuestas para tratar la EA, se requiere de más investigaciones sobre el tema.
Como terapia complementaria, también se describe la estimulación de las capacidades cognitivas mediante la arteterapia[vi], la musicoterapia, terapias asistidas por mascotas y animales, el ejercicio físico, así como cualquier actividad recreacional. Estas actividades ayudan, en conjunto con los fármacos, a ralentizar la pérdida de capacidades y funciones cognitivas.
NeuroEPO: Un gran paso desde la isla de Cuba
Como médico con más de 20 años ejerciendo la profesión, no podía concluir sin hacer alusión a los resultados del fármaco NeuroEPO, desarrollado por el Centro de Inmunología Molecular y otras instituciones cubanas, y que hace apenas unos meses fue presentado ante la prensa.
Se trata de una nueva formulación de eritropoyetina humana recombinante (EPO), molécula que lleva más de 30 años utilizándose para tratar la anemia producida por la insuficiencia renal crónica.
Este compuesto, pese a haberse demostrado en diversos estudios sus propiedades neuroprotectoras[vii], no se había podido emplear en tratamientos prolongados. Ya que al inducir la producción de glóbulos rojos, podría causar efectos adversos de una severidad fatal para el paciente.
Ahora bien, el NeuroEPO difiere en tal sentido de la formulación previa, pues se centra en obtener una eritropoyetina con bajo contenido de ácido siálico, producida por células cerebrales, que suele estar en déficit cuando se padece Alzheimer.
Desde el 2017 hasta el 2021, se llevó a cabo el ensayo clínico NeuroEPO en pacientes con enfermedad de Alzheimer Leve/Moderada, que indica como resultado la eficiencia del medicamento para detener el progreso de la enfermedad, mejorando los índices del deterioro cognitivo neuropsiquiátrico y el flujo de sangre del cerebro (perfusión cerebral)[viii].
Estas evidencias de mejoría en el Alzheimer, confío, podrían tener un impacto significativo en el tratamiento de la enfermedad, si el CECMED (Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos) autoriza la producción y comercialización del NeuroEPO.
Autor: Dr. Jorge Serra Colina, Miembro del comité editorial del Journal of Gastroenterology and Hepatology Research.
Fuentes:
[i] Chêne, G., Beiser, A., Au, R., Preis, S. R., Wolf, P. A., Dufouil, C., & Seshadri, S. (2015). Gender and incidence of dementia in the Framingham Heart Study from mid-adult life. Alzheimer’s & dementia : the journal of the Alzheimer’s Association, 11(3), 310–320. https://doi.org/10.1016/j.jalz.2013.10.005
[ii] Hebert, L. E., Bienias, J. L., Aggarwal, N. T., Wilson, R. S., Bennett, D. A., Shah, R. C., & Evans, D. A. (2010). Change in risk of Alzheimer disease over time. Neurology, 75(9), 786–791. https://doi.org/10.1212/WNL.0b013e3181f0754f
[iii] Goodison, W. V., Frisardi, V., & Kehoe, P. G. (2012). Calcium channel blockers and Alzheimer’s disease: potential relevance in treatment strategies of metabolic syndrome. Journal of Alzheimer’s disease : JAD, 30 Suppl 2, S269–S282. https://doi.org/10.3233/JAD-2012-111664
[iv] Fu, H. J., Liu, B., Frost, J. L., & Lemere, C. A. (2010). Amyloid-beta immunotherapy for Alzheimer’s disease. CNS & neurological disorders drug targets, 9(2), 197–206. https://doi.org/10.2174/187152710791012017
[v] Watt, G., & Karl, T. (2017). In vivo Evidence for Therapeutic Properties of Cannabidiol (CBD) for Alzheimer’s Disease. Frontiers in pharmacology, 8, 20. https://doi.org/10.3389/fphar.2017.00020
[vi] Chancellor, B., Duncan, A., & Chatterjee, A. (2014). Art therapy for Alzheimer’s disease and other dementias. Journal of Alzheimer’s disease : JAD, 39(1), 1–11. https://doi.org/10.3233/JAD-131295
[vii] Natalucci, G., Latal, B., Koller, B., Rüegger, C., Sick, B., Held, L., Bucher, H. U., Fauchère, J. C., & Swiss EPO Neuroprotection Trial Group (2016). Effect of Early Prophylactic High-Dose Recombinant Human Erythropoietin in Very Preterm Infants on Neurodevelopmental Outcome at 2 Years: A Randomized Clinical Trial. JAMA, 315(19), 2079–2085. https://doi.org/10.1001/jama.2016.5504
[viii] Rama, R., Garzón, F., Rodríguez-Cruz, Y., Maurice, T., & García-Rodríguez, J. C. (2019). Neuroprotective effect of Neuro-EPO in neurodegenerative diseases: «Alea jacta est». Neural regeneration research, 14(9), 1519–1521. https://doi.org/10.4103/1673-5374.255968