Antes de comenzar, ¿qué entendemos por obesidad?
El sobrepeso y la obesidad son definidos formalmente como una acumulación excesiva de grasa que puede resultar perjudicial para la salud (SEEDO, 2007). Dadas las severas consecuencias tanto a nivel físico como psicológico de la obesidad, así como su tendencia a la cronicidad, socialmente estamos habituados a situar la obesidad como origen del “problema”.
Sin embargo, esta acumulación excesiva de grasa, a la que coloquialmente nos referimos como “peso” no es el problema sino el resultado del verdadero problema: un amplio abanico de factores intervinientes que constituyen la compleja etiología de la obesidad. El peso se asienta en la interacción entre una serie de mecanismos a nivel endocrino, digestivo y psicológico que son necesarios evaluar y analizar.
En este artículo, pondremos el foco concretamente en los mecanismos a nivel psicológico que intervienen en el desarrollo de la obesidad.
Frente al protagonismo de la alimentación y ejercicio
Tradicionalmente, tanto en el terreno de la investigación como en la práctica clínica, la dieta y el ejercicio físico han constituido los factores nucleares a la hora de intervenir en obesidad. Ante su protagonismo, la influencia de los factores psicológicos en la gestión de la alimentación ha quedado relegada a un segundo plano.
Es en estos últimos años, cuando la etiología psicológica de la obesidad cobra importancia y tanto los modelos teóricos como las intervenciones ponen en valor la manera en la que factores como los rasgos de personalidad, la regulación emocional, la psicopatología o los acontecimientos vitales condicionan el comportamiento con la comida y, por ende, la posibilidad de desarrollar obesidad.
¿Qué factores psicológicos intervienen?
Según el modelo teórico de referencia se resaltan unas variables psicológicas frente a otras. Por lo que, ante el amplio abanico de factores intervinientes, a continuación, destacaremos los más comunes y sólidos empíricamente.
1. Los rasgos de personalidad
En base a diferentes estudios, la obesidad se asocia a rasgos de personalidad como alto neuroticismo, baja conciencia y, en especial, la impulsividad, considerado un factor predictor clave del exceso de peso (Sutin et al., 2011).
2. El funcionamiento neuropsicológico
Habituados a pensar desde el marco del funcionamiento de un cerebro neurotípico, con frecuencia pasamos por alto las consecuencias a nivel de comportamiento que podría tener un funcionamiento cerebral diferente.
En este sentido, la evidencia de las últimas investigaciones señala que las personas con Trastorno por Déficit de Atención (con o sin hiperactividad) presentan mayor riesgo de tener patrones desajustados con la alimentación, lo que aumenta la probabilidad de desarrollar obesidad. Esta asociación se debe a que para lograr mantener correctamente las pautas esenciales de una alimentación saludable se requieren de habilidades como la planificación, la autorregulación, el control de los impulsos y la atención. Habilidades que coinciden con las dificultades que se presentan en el TDAH.
3. Patrones comportamentales
Con patrones comportamentales hacemos referencia al conjunto de conductas aprendidas y mantenidas a lo largo del tiempo. Desde una perspectiva general, hablaríamos de ciertos hábitos adquiridos (frecuentemente en el contexto familiar) que mantienen el exceso de peso, como por ejemplo, la velocidad o automatismo al comer, la disponibilidad de alimentos altamente calóricos en el hogar, el tipo de comida, los horarios de comidas, etc. Desde un enfoque más concreto, cabe destacar el comportamiento de Ingesta Emocional o Alimentación Emocional en el que la persona emplea la comida como una forma de atenuar su experiencia emocional, es decir, la comida funciona como una manera de evitar el malestar generado por emociones como la ansiedad, la tristeza, la soledad o el miedo entre muchas otras.
4. Aspectos emocionales
Las dificultades en la regulación emocional tienen un papel esencial en el origen y mantenimiento de la obesidad (Liang et al., 2014). Las personas con obesidad tienden a tener un patrón de vinculación característico, de manera que se relacionan con la alimentación de la misma manera que lo hacen con su realidad emocional. Concretamente, existe una tendencia a presentar dificultades a la hora de atender, identificar y nombrar su vivencia emocional (alexitimia) así como a utilizar la comida como una forma de reprimir y evitar sus emociones por el malestar que generan (Murphy et al., 2014).
Si tenemos en cuenta que la obesidad sería consecuencia de una ingesta excesiva, no es de extrañar que las personas que padecen obesidad con frecuencia presenten trastornos psicológicos como trastornos de ansiedad, depresión, bipolaridad, o trastornos de personalidad. Es decir, cuadros en los que la intensa vivencia emocional de la persona o los cambios en su estado anímico le conduzcan a recurrir a la comida como una forma aliviar sus emociones.
5. Patrones cognitivos
En relación a los patrones cognitivos o de pensamiento más comunes en población con obesidad nos encontramos con la presencia de esquemas desadaptativos debido a acontecimientos tempranos traumáticos que no han podido ser procesados de una forma sana, creencias irracionales y un pobre autoconcepto y autoimagen.
De forma añadida, cabe señalar que los estresores diarios funcionarían como un altavoz de todos estos mecanismos, de forma que un contexto vital estresante, haría más probable los procesos detallados anteriormente. En este sentido, el estigma es otro de los factores a mencionar ya que se ha comprobado que las críticas y aislamiento recibido a las personas con sobrepeso u obesidad funciona como un potente factor estresor que favorece el riesgo de comorbilidad psiquiátrica.
La relevancia de un enfoque multidisciplinar
Aun en la actualidad, la mayor parte de los esfuerzos a la hora de intervenir en la obesidad se focalizan en el control de la nutrición y la actividad física. Este artículo pretende poner en manifiesto la importancia de añadir nuevos enfoques a nivel psicológico que logren un cambio sustancial en el comportamiento de la persona y, por ende, en relación a su autocuidado y su calidad de vida.
Autoría del artículo:
Equipo de Alimentación 3S – Alimentación sencilla, sabrosa y saludable.
Fuentes:
Liang, J., Matheson, B. E., Kaye, W. H., & Boutelle, K. N. (2014). Neurocognitive correlates of obesity and obesity-related behaviors in children and adolescents. International journal of obesity, 38(4), 494-506.
Lopera, D. T., & Restrepo, M. (2014). Aspectos psicológicos de la obesidad en adultos. Revista de Psicología Universidad de Antioquia, 6(1), 91-112.
Murphy, C. M., Stojek, M. K., & MacKillop, J. (2014). Interrelationships among impulsive personality traits, food addiction, and body mass index. Appetite, 73, 45-50.
Salas-Salvadó, J., Rubio, M. A., Barbany, M., & Moreno, B. (2007). Grupo colaborativo de la SEEDO (2007):«Consenso SEEDO 2007 para la evaluación del sobrepeso y la obesidad y el establecimiento de criterios de intervención terapéutica». Medicina Clínica (Barcelona), 128(5), 184196.
Sutin, A. R., Ferrucci, L., Zonderman, A. B., & Terracciano, A. (2011). Personality and obesity across the adult life span. Journal of Personality and Social Psychology, 101(3), 579