Ictus: infarto y derrame cerebral

Coincido plenamente con Sófocles, sobre todo cuando afirmaba que «quien no haya sufrido lo que yo, que no me dé consejos». Es obvio que el daño cerebral implica una ruptura en la trayectoria vital del paciente que condiciona la situación familiar, social e institucional. Porque, ante todo, el ictus es una enfermedad humillante. Como decía John Lennon, «la vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes».

¿Qué es el ictus?

Se llama ictus a un trastorno súbito de la circulación cerebral que altera la función de una determinada región del cerebro. En sus diversas formas, los ictus tienen en común su presentación brusca. Además, suelen afectar a personas ya mayores, aunque también pueden producirse en jóvenes. Frecuentemente son la consecuencia final de la confluencia de una serie de factores de riesgo. Vladimir Lenin falleció por un derrame cerebral, aunque ya había sufrido antes varios ictus que le dejaron distintas secuelas, principalmente hemiplejia y afasia, y le confinaron a vivir en una silla de ruedas. En palabras de Confucio: «Aprender sin reflexionar es malgastar la energía».

Ictus cerebral

¿Por qué se produce el ictus?

El ictus puede producirse por una disminución importante del flujo sanguíneo que recibe una parte del cerebro o por la hemorragia originada por la rotura de un vaso cerebral. En el 85% de los casos, su consecuencia última es el infarto cerebral, una situación irreversible que lleva a la muerte de las células cerebrales afectadas por la falta de aporte de oxígeno y nutrientes acarreados por la sangre. Sin embargo, no todo acaba ahí. Como decía Miguel de Cervantes, «donde una puerta se cierra, otra se abre».

Los ictus hemorrágicos son menos frecuentes. Sin embargo, su mortalidad es considerablemente mayor. Como contrapartida, los supervivientes suelen presentar secuelas menos graves a medio plazo.

Las enfermedades cerebrovasculares constituyen la primera causa de invalidez permanente entre las personas adultas y uno de los principales desencadenantes de déficit neurológico en el anciano. Luis de Góngora, poeta y dramaturgo español, sufrió las secuelas de un ictus que afectó a sus facultades mentales en su último año de vida. Como decía Alejandro Dumas, «los peligros desconocidos son los que inspiran más temor».

¿Cuál es la incidencia del ictus?

Las cifras de esta enfermedad son escalofriantes. En el mundo sufren anualmente un ictus quince millones de personas, de las cuales seis millones fallecen. En Europa, el ictus es la tercera causa de muerte, y la primera en la mujer. El 32,3% de los pacientes requiere rehabilitación, el 27,4% presenta discapacidad permanente para alguna actividad básica de la vida diaria, el 17,7% se hace dependiente a los seis meses, el 12,5% sufre depresión en los tres primeros meses y el 10% evoluciona a demencia en los tres meses siguientes. Aun así, como decía Ramón y Cajal, «el arte de vivir mucho es resignarse a vivir poco a poco».

Otros problemas derivados del ictus se refieren a epilepsia, espasticidad, incontinencia urinaria, problemas intestinales y úlceras de decúbito, entre otros. No obstante, como decía Baltasar Gracián, «solo vive el que sabe».

Además de las manifestaciones físicas, hasta un 50% de las personas que sobreviven a un ataque cerebral sufren depresión durante los primeros años. Así lo resumió Horacio: «Piensa que cada día puede ser el último».

¿Cuáles son los síntomas de un ictus?

Los síntomas de un accidente cerebrovascular son muy variados, según cuál sea el área cerebral afectada. Comprenden desde síntomas puramente sensoriales a los exclusivamente motores. Recuerdo en este contexto las palabras de Cicerón: «no basta con alcanzar la sabiduría, es necesario saberla utilizar».

Los síntomas más frecuentes de un ictus son los siguientes:

  • Pérdida de fuerza en un brazo o una pierna o parálisis en la cara: hemiparesia/hemiplejía.
  • Dificultad para expresarse, entender lo que se le dice o lenguaje ininteligible: disartria.
  • Dificultad al caminar, pérdida de equilibrio o de coordinación.
  • Mareos.
  • Dolor de cabeza brusco, intenso e inusual, casi siempre acompañado de otros síntomas.
  • Pérdida de la visión en uno o los dos ojos.

Test FAST

Las cuatro primeras horas son cruciales para la atención de personas afectadas por un ictus. En este período, es necesaria la participación de médicos. A continuación, se describe un cuadro clínico sintomático, expresado como test FAST, por el acrónimo inglés formado por:

  • Face (rostro): asimetría muscular involuntaria de las facciones.
  • Arms (brazos): cuando no puede mover voluntariamente uno o ambos brazos o si se siente una especial parestesia en uno o en los dos brazos, o bien un «hormigueo».
  • Speech (habla): cuesta hablar, y la voz del afectado se escucha como la de alguien embriagado o alcoholizado, aunque la persona afectada no haya ingerido una bebida alcohólica.
  • Time (tiempo).

Ataque isquémico transitorio

Se produce por una falta de aporte sanguíneo a una parte del cerebro, de forma transitoria. Por definición, los síntomas desaparecen antes de 24 horas, generalmente en menos de una hora. Durante el ataque, la interrupción temporal del suministro sanguíneo a un área del cerebro ocasiona una reducción breve y repentina de la función cerebral. Los síntomas son similares al ictus, aunque de menor intensidad y duración. Suponen una señal de advertencia de futuros derrames. «Amar y sufrir es, a la larga, la única forma de vivir con plenitud y dignidad», como decía Gregorio Marañón.

Pruebas diagnósticas

La confirmación del diagnóstico de ictus se realiza a través de pruebas de neuroimagen como el TAC o la resonancia magnética. En el caso de fibrilación auricular, es necesario realizar electrocardiograma y monitorización con Holter de 24 horas, o incluso ecocardiografía, para descartar hipertrofia ventricular izquierda. Como diría Louis Pasteur, «la fortuna juega a favor de una mente preparada».

¿Cuál es el tratamiento del ictus?

IctusSéneca decía: «Parte de la curación está en la voluntad de sanar». Lo ideal es que los ictus sean tratados en menos de tres horas por el equipo de neurorradiólogos intervencionistas con tratamientos endovasculares, por el de neurocirujanos con intervención quirúrgica o con tratamiento médico por trombólisis vía intravenosa, según el caso clínico. La reperfusión mejora el pronóstico funcional. Cada tratamiento debe ser individualizado, de acuerdo con sus propios riesgos.

Cada vez se utilizan más los procedimientos de cateterismo para reparar la arteria cerebral dañada. Como decía Aristóteles, «la inteligencia consiste no solo en el conocimiento, sino también en la destreza de aplicar los conocimientos en la práctica».

¿Cómo es la rehabilitación en un ictus?

Hipócrates estaba invadido de razón cuando afirmaba que «curarse es cuestión de tiempo, pero a veces también lo es de oportunidad». Las personas que han sobrevivido a un ataque cerebral deben someterse a un programa de rehabilitación interdisciplinaria que provea una asistencia integrada. Este programa ha de atender tanto los aspectos motores como los relacionados con el habla, los trastornos visuales, las actividades de la vida diaria y las secuelas incapacitantes como la espasticidad. Como diría Mateo Alemán, «el deseo vence al miedo, atropella inconvenientes y allana dificultades».

Con la estimulación cerebral profunda se logran grandes beneficios en la rehabilitación neurológica. Por otro lado, para el abordaje de la espasticidad se utiliza la toxina botulínica. En este aspecto conviene recordar a José Ortega y Gasset, quien decía que «la ciencia es todo aquello sobre lo cual siempre cabe discusión».

¿Cómo se puede prevenir un ictus?

Ante la posibilidad de un ictus es fundamental controlar los factores de riesgo asociados, en particular la fibrilación auricular, la hipertensión arterial, el colesterol LDL (lipoproteínas de baja densidad) elevado, los triglicéridos, la diabetes, el tabaquismo, los cócteles de drogas de diseño, la cocaína, el alcohol y la obesidad. Además, se controlará el estrés y se realizará ejercicio físico. Los pacientes con diabetes mellitus deben cumplir adecuadamente con el tratamiento y mantener sus niveles de glucemia, ya que el 20% de las personas que han sufrido un ictus son diabéticas. En estrategias preventivas, «es lícito aprender hasta del enemigo», como sugería san Mateo.

Manuel de la Peña, M.D., Ph.D.

Director de la Cátedra del Corazón y Longevidad, Doctor “cum laude” en medicina, profesor de cardiología, escritor, académico, investigador y con experiencias de éxito en gestión.

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