Breve Introducción
En primer lugar y ante todo quiero significar que la finalidad y el contenido esencial de este texto, como su título expresa de forma clara y precisa, es hacer una serie de reflexiones personales fundadas en mis conocimientos, lecturas y experiencias profesionales y académicas, de la evaluación de la calidad o bondad educativa de los actores, y de las instituciones educativas y que es un instrumento técnico, cualificado, y a la vez útil y necesario, de medición y valoración.
La evaluación es además una filosofía e implica una visión novedosa e innovadora del objeto evaluable, como lo es en este caso la educación. Obviamente estamos ante una técnica y una práctica que es diversa, desigual y compleja, que presenta múltiples aspectos, no siempre observables y contemplados, por lo que este texto además de la cautela lógica siempre de las opiniones razonables y razonadas, no pretende en absoluto dar una respuesta total y completa, pues como se señala se trata de solo unas reflexiones, y de la mención solo de ciertas tendencias y de la praxis más destacada y destacable, máxime en unas líneas no muy extensas como es este texto. Ahora bien, quiero también mencionar que otra pretensión añadida de este texto es abrir un debate sereno sobre el tema tratado, para la búsqueda sincera de las mejores soluciones y prácticas.
Señalaré también, aunque sea de forma sucinta, que la evaluación de la calidad docente como filosofía y técnica con sus modalidades, debe contemplarse como parte integrante de una visión y filosofía y de unas políticas de la educación en el momento actual, en el que además de resaltarse el valor intrínseco de la educación en la conformación progresiva de la personalidad, de las actitudes, comportamientos y valores de los seres humanos en toda su historia, siendo sin duda la Ilustración un momento histórico estelar.
Pero la educación junto a lo anterior y a la transmisión actualizada de conocimientos (técnicos, de salud, en humanidades, historia y filosofía básicamente), habilidades y destrezas, lo cual es muy relevante, también para el avance del saber racional implica un aumento de la sabiduría de la humanidad.
Hoy también se destacan y se demuestran fehacientemente, otras funciones y aportaciones relevantes de ésta:
- Su papel fundamental y coadyuvante en el proceso de democratización de las sociedades, y por ende de los sistemas políticos y de sus actores e instituciones, transmitiendo valores y principios éticos (la llamada ética cosmopolita) y democráticos, y de defensa de los derechos humanos universales, haciendo posibles sociedades integradas, pluralistas, y multiculturales democráticas y sin identidades excluyentes; donde brille la reflexión, el diálogo y el consenso. No puede olvidarse a este respecto precedentemente señalado, el papel y el valor de la llamada educación cívica o ciudadana.
- Ser un instrumento de movilidad social ascendente y por tanto de la mejora ocupacional y social de las personas y de la sociedad en su conjunto; y un factor de apoyo a la modernización y al desarrollo integral y a sus facetas económica, social, cultura, etc.
La democracia educativa y la cultural es otro aspecto también destacable como marco, filosofía y visión de la finalidad de la educación y de su evaluación. Esta última es sobre todo un instrumento y un medio, y no un fin en sí misma, y no debe ni olvidarse ni confundirse. Se mide y se evalúa la educación, para comprobar y valorar su calidad, es decir su bondad y eficacia, pero para la búsqueda y el logro de la satisfacción y felicidad de la persona y de la sociedad (el bien común o el interés general), en donde deberá sin duda primar una concepción y un contenido humanista, en donde se integre y complemente la razón y la emoción.
La educación para el control de las emociones irracionales y desmedidas es hoy un gran problema y un gran reto.
Algunas precisiones conceptuales necesarias
Estimo que para mayor concreción y claridad de las reflexiones y del debate, que se fomenta en virtud de este texto, conviene previamente citar aquí la fuente de la sabiduría y prestigio del Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia de la Lengua, que en sus sucesivas ediciones, dice lo siguiente:
- Educación es “la acción y el efecto de educar”, y Educar es: “dirigir, encaminar, adoctrinar”, y “desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios o ejemplos”, y “enseñar los buenos usos de urbanidad y cortesía”.
- De las acepciones precedentes destacaría sustancialmente lo siguiente:
- Educar es también dirigir, y por eso la importancia siempre del poder (especialmente los autoritarismos, populismos y nacionalismos) de controlar y manipular el conocimiento, la escuela y la universidad, para lograr la llamada “hegemonía cultural”.
- Se habla del niño y del joven, por ser esa etapa junto al papel de la familia una etapa fundamental determinadora del devenir de la persona, y se olvida hoy que la educación es siempre un proceso no solo infantil, sino de todas la vida; y se olvida de la importancia y dedicación actual a la educación de la tercera edad.
- Se resalta, que dentro de la educación está también la urbanidad y la cortesía, es decir el civismo y el respeto social necesarios en una sociedad plenamente democrática.
- La calidad es definida así en el Diccionario antes citado como: “propiedad o conjunto de propiedades inherentes a una cosa que se pretende apreciar como igual, mejor o peor que las restantes”. Por tanto, para poderla valorar se desprende que habrá que analizarla es decir juzgarla o evaluarla. El cómo de sus propiedades o el contenido, satisfacción e impacto, requiere explícita y coherentemente la evaluación y de aquí la conexión evidente y necesaria entre calidad y evaluación.
La calidad es por tanto, un medio o instrumento para la medición y la valoración, pero también como he dicho antes, es una filosofía de la vida y de la sociedad, y por eso se le ha añadido últimamente y con mucho fundamento el adjetivo de” total”, término adoptado de origen americano y japonés por cierto, que implica una consideración global, integral o “holística “de todos los aspectos de las organizaciones cualquiera que sea su titularidad y funciones y no solo de un aspecto aunque relevante, no es el único existente, y deben analizarse otros más junto a los de la satisfacción y bondad final de los usuarios de los servicios y bienes prestados, y la consideración del proceso prestacional y de su eficacia, eficiencia y economía ( las tres “e” de finalidades básicas y clásicas de las organizaciones unidas a la calidad, y hoy a dos “e” más: ética y empoderamiento).
Por tanto, la evaluación total y completa de todas las organizaciones, también de las educativas lógicamente con sus propias características, comprende la calidad, pero también otras finalidades y valores con sus indicadores cualitativos y cuantitativos de sus medidas, e impactos esperados, esperables y reales.
Hay que señalar que en el pasado de la historia de las organizaciones en general, se utilizan con finalidad parecida a la de calidad, otros términos no exactamente iguales pero sinónimos como productividad, excelencia, etc.
Hoy al calificativo de total, se une también el de digital o virtual. La denominación de calidad total no está en el Diccionario, pero si está presente en la doctrina y en la praxis organizativa, con distintas variantes e intensidades; siendo muchas veces mencionada e incluida en los objetivos de muchas organizaciones de distinto tamaño y tipos, aunque sea de forma simbólica, aunque luego en la práctica diaria se ignore por completo.
Por tanto, la mención e inclusión de ésta se deberá también contemplar en la evaluación y pronunciarse al respecto sobre su realidad. La calidad total contempla por tanto la calidad como una de sus partes y supone una visión de cambio estratégico planificado previo y ejecutado luego, que abarca a la totalidad de la organización, de sus procesos, productos, servicios y bienes prestados, y de sus directivos, gerentes y miembros, así como de la opinión y satisfacción sus usuarios.
Respecto al término evaluación, se dice en el Diccionario que es: “señalar el valor o no de una cosa. Estimar, apreciar, calcular el valor de una cosa”. Se desprende esencialmente de lo anterior, que evaluar es equivalente a juzgar, o emitir un juicio de valor, que implica un cálculo es decir una medición.
No se puede pues valorar la calidad y decidir en base a ella, sin previa valoración o evaluación mediante la medición, y esto es aplicable plenamente en general y en especial en la educación.
La evaluación por ello supone en principio objetividad y rigurosidad en virtud del proceso de medición objetiva por indicadores, y evita así opiniones y actuaciones infundadas, irracionales y coyunturales, y facilita en mi opinión la reflexión, el diálogo, el cambio y el consenso en las organizaciones; por lo que su utilidad es indudable.
José Manuel Canales Aliende
Catedrático de Ciencia Política y de la Administración de la Universidad de Alicante, y anteriormente Profesor Titular en la Universidad Complutense
