Síndrome metabólico

Manuel de la Peña, M.D., Ph.D.

Síndrome metabólico

Síndrome metabólico 1024 768 Instituto Europeo de Salud y Bienestar Social

Me llama la atención que en el mundo, mientras 1.900 millones de ciudadanos padecen sobrepeso y obesidad, 850 millones de personas sufren hambre crónica. Es una situación verdaderamente kafkiana que merece una reflexión. Ello me hace pensar que «la vida es una serie de colisiones con el futuro; no es una suma de lo que hemos sido, sino de lo que anhelamos ser», como valoró Ortega y Gasset.

El síndrome metabólico reúne en un mismo individuo varias alteraciones metabólicas típicas:

  • Sobrepeso-obesidad.
  • Hipertensión arterial.
  • Intolerancia a la glucosa.
  • Aumento de triglicéridos.
  • Descenso de los valores de colesterol de lipoproteínas de alta densidad (HDL).

síndrome metabólico Todos estos componentes son factores de riesgo que elevan la posibilidad de presentar en el futuro enfermedades cardiovasculares. Se estima que las personas con síndrome metabólico presentan un riesgo superior en el 30% de sufrir un episodio coronario en los diez años siguientes a su aparición. Además, tienen mayor probabilidad de desarrollar diabetes mellitus. Mark Twain, afirmaba tajantemente que «la única forma de mantener buena salud es comer lo que no quieres comer, beber lo que no te gusta beber y hacer lo que no prefieres hacer».

Asimismo, es importante destacar que la microalbuminuria es, para la OMS, un importante predictor de riesgo cardiovascular. De hecho, incluye esta condición como otra de sus características típicas. No obstante, alguien pensará que «a mi estómago poco le importa la inmortalidad», como decía Heinrich Heine.

El síndrome metabólico se asocia con cardiopatía isquémica, accidentes cerebrovasculares y enfermedad arterial periférica. Como médico, soy consciente de aquello que decía Tácito: «Cuando gozamos de salud, fácilmente damos buenos consejos a los enfermos».

Una persona puede presagiar el desarrollo del síndrome metabólico cuando coinciden factores como obesidad abdominal, hipertensión arterial, diabetes, colesterol elevado, intolerancia a la glucosa y nivel alto de triglicéridos. El riesgo es superior en personas con malos hábitos diarios, que fuman, beben, no practican ejercicio, comen demasiadas grasas, sufren estrés, abusan de los dulces, etc. También debe tenerse en cuenta la predisposición genética, dado que el riesgo de desarrollar enfermedad cardiovascular en personas con antecedentes familiares se multiplica por dos. Como afirmaba Isaac Asimov: «La primera ley de la dietética parece ser: si sabe bien es malo para usted».

A continuación, se describen en detalle las distintas alteraciones metabólicas que forman parte de este síntoma.

Sobrepeso-obesidad

síndrome metabólico Como diría Doug Larson, «la esperanza de vida aumentaría a pasos agigantados si los vegetales olieran tan bien como el tocino». Según la OMS, la obesidad es la epidemia del siglo XXI y el primer problema de salud pública. Existe sobrepeso cuando el peso corporal aumenta por encima de lo que sería deseable en relación con la talla; por su parte, la obesidad es un estado físico de excesiva grasa corporal, igual o superior al 20%. Uno de cada tres adultos cumple los criterios para sufrir síndrome metabólico. Como decía Michael Pollan: «No comas algo que tu tatarabuela no reconocería como comida. En los supermercados hay muchos productos que parecen alimentos y que nuestros antepasados no identificarían como tales; mantente alejado de ellos».

Se pueden clasificar distintas formas de obesidad en función de diversos parámetros, como se detalla a continuación.

1. Obesidad según el exceso de grasa corporal

En la práctica clínica, la obesidad se define a través del índice de masa corporal (IMC).

2. Obesidad según la distribución de la grasa corporal

Abdominal o androide

Para definir la obesidad abdominal puede utilizarse el perímetro de la cintura, que es un marcador independiente del riesgo cardiovascular. El tejido adiposo predomina en la mitad superior del cuerpo: cuello, hombros y sector superior del abdomen. Este tipo de obesidad, tanto en el hombre como en la mujer, se asocia con un aumento del riesgo de desarrollar diabetes tipo 2, ateroesclerosis, hiperuricemia e hiperlipidemia. Cuando Leigh Hunt afirmaba que «si alguna vez no sabes cómo animar una conversación que languidece saca a colación el tema de la comida», no le faltaba razón.

Obesidad según el perímetro de la cintura

Para la realización de esta medida deben usarse referencias óseas: el punto medio, el borde inferior de las costillas y el borde superior de la pelvis (cresta ilíaca). Se debe tomar como referencia el ombligo y hacer la medición a su altura es una práctica incorrecta ya que, en las obesidades severas, el ombligo puede estar extremadamente bajo, con lo que se obtendrían valores erróneos.

Obesidad glúteo-femoral o ginoide

Se acumula en caderas, glúteos y muslos. Se caracteriza por presentar adiposidad en los glúteos, las caderas, los muslos y la mitad inferior del cuerpo.

3. Según la edad de aparición

Obesidad infanto-juvenil

Comienza antes de los 18 años y es predictiva de la obesidad del adulto, generalmente debida a hábitos alimentarios inadecuados. Los niños con sobrepeso tienen más probabilidades de ser obesos cuando llegan a la edad adulta. Se considera una forma de obesidad de larga evolución.

Del mismo modo, los adultos obesos generalmente han tenido obesidad infanto-juvenil y sufrirán una obesidad más prolongada.

Obesidad del adulto

Comienza después de los 18 años y en ella predomina la hipertrofia celular, asociada más frecuentemente a la obesidad abdominal. Ya advirtió Molière que «hay que comer para vivir, y no vivir para comer».

4. Obesidad según la causa

Primaria

Debida a hábitos alimentarios y factores psicosociales.

Secundaria

Debido a otras patologías:

  • Endocrinas
  • Síndromes genéticos
  • Causa yatrogénica: corticoides, antidepresivos tricíclicos, estrógenos, progesterona, neuroepilepticos, anticonvulsionantes, etc.
  • Otras causas: tumores, lipomatosis, lipodistrofia, etc.

Hipertensión arterial en el Síndrome Metabólico

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La hipertensión arterial ha sido incluida como uno de los criterios diagnósticos en todas las definiciones del síndrome metabólico. La ingesta de alimentos con contenido de sodio (sal) en la dieta también influye en los niveles de presión arterial. Se conoce una estrecha relación entre la hipertensión arterial y el tejido adiposo visceral, que se atribuye a determinadas sustancias liberadas por el tejido graso en exceso. Entre estas sustancias se encuentra la «leptina», que aumenta a medida que lo hace el IMC. La leptina es una hormona de 167 aminoácidos, sintetizada en su mayor parte por el tejido adiposo. Su concentración depende del sexo, la edad, el índice de masa corporal y la ingesta calórica.

Modificaciones del patrón lipídico: dislipemia

En la definición de síndrome metabólico se incluyen las alteraciones lipídicas que son los marcadores clínicos de la enfermedad:

  • Disminución del colesterol HDL por debajo de 35-39 mg en hombres y mujeres.
  • Triglicéridos superiores a 150 mg/dl.

Ante esta situación, se recomienda conseguir las siguientes cifras: colesterol total <180, colesterol de lipoproteínas de baja densidad (LDL) <70, colesterol HDL >45, triglicéridos < 120. En pacientes con cardiopatía isquémica conviene un colesterol total <150 mg/dl. Para ello, lo mejor es seguir las guías clínicas y, más en concreto, la Guía Europea de Dislipemia de la European Society Cardiology, la European Atherosclerosis Society y la American Heart Association. Por sus descubrimientos sobre la regulación del metabolismo del colesterol, Michael Brown y Joseph Goldstein recibieron el Premio Nobel de medicina.

Alteración del metabolismo de la glucosa

La intolerancia a la glucosa es otro de los aspectos que definen el síndrome metabólico. En este caso, aparece una resistencia a la insulina, que se define como la disminución de la capacidad de la insulina para producir la respuesta fisiológica sobre el mantenimiento de la homeostasis de la glucosa. Aparece en la mayoría de los pacientes con síndrome metabólico y favorece el riesgo de enfermedad cardiovascular. Estas alteraciones están desencadenadas por distintos factores genéticos, ambientales y familiares que interaccionan entre sí.

Consecuencias del síndrome metabólico

Santiago Ramón y Cajal, uno de mis premios Nobel favoritos, tenía claro que «el arte de vivir mucho es resignarse a vivir poco a poco». Es esencial conocer que todos los factores asociados al síndrome metabólico están interrelacionados, tal y como se describe a continuación.

El síndrome metabólico conlleva serias consecuencias sobre el organismo. La resistencia a la insulina produce exceso de ácidos libres que se asocian a inhibición del efecto antilipolítico de la insulina, alteraciones del sistema de señales que regulan el metabolismo de la glucosa, aumento en la producción de lipoproteínas, elevación de la gluconeogénesis, disminución de la glucólisis y reducción del aclaramiento de la insulina.

Consejos y recomendaciones

El mejor tratamiento depende mucho del paciente y de su voluntad de poner fin a la enfermedad. Por ello, antes de empezar con fármacos debe prescribirse un tratamiento personal basado en nutrición, dietética y ejercicio físico. Aun así, como decía George Bernard Shaw, «no hay amor más sincero que el que sentimos hacia la comida».

La mejor manera de evitar o reducir el síndrome metabólico es mantenerse en un peso saludable, comer de forma sana y estar activo. Si se tiene exceso de peso es recomendable limitar la ingesta de calorías, con un control de la dieta. De hecho, existen pruebas de que la dieta mediterránea y las dietas ricas en ácidos grasos omega-3 o cereales integrales reducen el riesgo de padecer síndrome metabólico.

En este sentido, se aconseja respetar tres principios básicos:

  1. Baja ingesta de grasas saturadas y colesterol.
  2. Reducción de la ingesta de azúcares simples.
  3. Aumento de la ingesta de frutas, vegetales y pescado.

La actividad física moderada durante al menos 30 minutos al día es muy eficaz y se puede conseguir, por ejemplo, subiendo escaleras en vez de tomar el ascensor. El ejercicio mejora todos los componentes del síndrome metabólico y contribuye a la pérdida de peso.

Endoscopia bariátrica

Las técnicas de endoscopia bariátrica ofrecen una solución con protagonismo creciente en el tratamiento de la obesidad y el sobrepeso. Los tratamientos endoscópicos más utilizados son el balón intragástrico, la técnica POSSE, elendobarrier y el método Apollo, entre otros. En estas técnicas, es esencial seleccionar al paciente para elegir el tratamiento más adecuado.

Cirugía bariátrica

síndrome metabólico En relación al síndrome metabólico en la actualidad, se utiliza un conjunto de procedimientos quirúrgicos mínimamente invasivos para tratar la obesidad mórbida. Estos procedimientos logran buenos resultados en disminución del peso corporal y ofrecen una opción terapéutica frente al tratamiento con otros medios no quirúrgicos. Entre los diversos tipos existentes destacan el bypass gástrico, el bypass yeyunoileal, la derivación biliopancreática, la gastroplastia y la banda gástrica. La clave es seleccionar adecuadamente al paciente y valorar clínicamente la indicación y el tratamiento quirúrgico más idóneo.

Como conclusión quiero recordar una frase de Cicerón: «El placer de los banquetes debe medirse no por la abundancia de los manjares sino por la reunión de los amigos y por su conversación».

Manuel de la Peña, M.D., Ph.D.

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