“Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”, como muy bien decía Antonio Machado.
Al igual que millones de peregrinos, durante siglos, hace ya muchos años he subido a lo alto del altar mayor de la Catedral de Santiago para darle un abrazo al Apóstol Santiago. Santo, mártir, Patrón de España y uno de los doce apóstoles de Jesucristo.
Esto ha sido mi acicate para bajar con gran entusiasmo a la cripta donde se encuentra el mausoleo románico, donde están depositadas las reliquias del Apóstol Santiago. Descubiertas en el año 844, se encuentran en una urna de plata, dentro de un sarcófago. A su vera están sus admirables discípulos, Teodoro y Atanasio. En 1844, el Papa León XIII decretó auténticas las reliquias mediante la bula Deus Omnipotens y, en 1630, el Papa Urbano VIII declaró único Patrono de España al Apóstol Santiago.
Sus discípulos trasladaron sus restos en una inaudita travesía por el mediterráneo y atlántico, llegando de forma inexplicable al puerto romano de Iría Flavia, capital de la Galicia Romana. Bajo la atónita mirada del obispo Teodomiro, pusieron rumbo al Campus Stellae, siguiendo la potente luz de una estrella que iluminaba el Monte Libredrón, bosque próximo a Santiago de Compostela.
A partir de ese momento, comenzaron a producirse numerosos fenómenos inexplicables y curaciones milagrosas, que convirtieron el sepulcro apostólico en un lugar de veneración de los peregrinos.
También resistió las amenazas de la Reina Lupa de Gallaecia (Galicia), que tenía una aversión por los cristianos, y que hizo lo imposible para evitar que los restos del Apóstol Santiago se quedaran en Galicia. Según cuenta la leyenda, la Reina Lupa intentó engañar varias veces a los discípulos del Apóstol hasta tal punto que les envió toros en lugar de bueyes para trasladar los restos del Apóstol, al actual Pico Sacro. Lo grandioso de la Reina Lupa es que se convirtió al cristianismo y ayudó en la construcción del santo sepulcro cuando constató que los toros se volvieron mansos ante la presencia de la cruz.
Otro episodio histórico del Apóstol Santiago surge en Zaragoza, donde se le apareció la Virgen María, justo en el lugar donde se levantó la maravillosa Basílica del Pilar. Precisamente inspirado por Ella, el Apóstol se va a Galicia.
Sin lugar a dudas, los tres santuarios mundiales, por antonomasia son Roma, Santiago y La Meca. Y en la peregrinación al Sepulcro del Apóstol, es determinante el rol desempeñado por la Orden del Camino de Santiago, que mantiene su espíritu solidario desde su nacimiento y gracias a la gran disciplina de su Gran Maestre, don Miguel Pampín, que ha sido un excelente Alcalde de Melide. Su misión es lograr que la peregrinación durante siglos al santo lugar cobre fuerza día a día en todo el mundo y que sea el enclave espiritual de todos los caminos que atraviesen Europa.
La Orden del Camino de Santiago está presente en 36 países, posee un ejército de alrededor de 1.600 Damas y Caballeros, todos ellos leales y nobles al espíritu de sus fines fundacionales como la solidaridad y crecimiento espiritual.
En el Salón Capitular de la alcaldía de Sevilla, el Canciller Don Alejandro Rubín, actuó con gran solemnidad como maestro de ceremonias. El Cónsul de Francia en España, Don Christophe Sougey, pronunció un sobrio discurso en nombre de los nuevos Caballeros, entre los que se encontraban personas muy reconocidas como José Luis Rull Sarmiento y Diego Ramos, entre otros. Todos ellos Caballeros apadrinados por la infatigable Ana de la Peña, Dama y Comendadora del Capítulo de Sevilla.
El momento más emotivo ocurrió en la sede del Arzobispado de Sevilla, cuando escuchamos las palabras del Excmo. y Rvdmo. Arzobispo, Monseñor José Ángel Saiz Meneses, que con un baño de humildad, bendijo a la Orden y a sus Damas y Caballeros.
Y desde hoy estamos deseando que llegue el 25 de julio, la festividad del Apostol, donde Damas y Caballeros de la Orden del Camino de Santiago, tras la celebración de su Capítulo General se congregan en la misa de la Catedral, donde tradicionalmente, en año Xacobeo sus anfitriones son los Reyes de España, Don Felipe VI y Doña Leticia.