El Ébola ha despertado una gran alarma social mundial y la única manera de combatirlo consiste en adoptar estrictamente todas las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Dentro de la gravedad del problema destaca una noticia muy positiva: esta enfermedad no se contagia por el aire ni por el agua. En este aspecto reside una diferencia sustancial con la epidemia de la gripe A de 2009 o con la del virus asiático del síndrome agudo respiratorio (SAR). Además, por supuesto, la situación está alejadísima de las epidemias de viruela o de la peste negra del XVI. El virus del Ébola se detectó por vez primera en 1976 en dos brotes simultáneos ocurridos en Sudán y el Congo. Tiene una tasa de letalidad que puede llegar al 90%. En África occidental se han contabilizado 8.000 infectados y 4.000 muertos. Liberia, Sierra Leona y Guinea son los países más afectados, con un número de personas infectadas que se duplicaba cada 20-40 días. La progresión geométrica de la propagación podría hacerse imparable de manera que, si no se detiene la plaga, en 2015 habrá en África 1,5 millones de infectados.
Se conocen cinco cepas (variedades) del virus, de las cuales tres son muy virulentas. El Ébola (con forma de gusano) altera un tipo de células llamadas «endoteliales», que recubren la superficie interior de los vasos sanguíneos, el endotelio vascular. También altera las plaquetas e influye en la coagulación, de modo que los pacientes sucumben a un shock hemorrágico que deriva en una pérdida muy grave de sangre. Se considera que los huéspedes naturales del virus son los murciélagos frugívoros de la familia Pteropodidae.
Modos de contagio
El índice de contagio del Ébola es muy bajo. Mientras en la gripe aviar se situaba entre 3 y 6, en la enfermedad del Ébola este índice está comprendido entre 1,4 y 1,9. Aun así, se ha convertido en una «infección social» aun cuando, como dijera Séneca, «el que teme es un esclavo».
La infección del personal sanitario al tratar a pacientes con Ébola puede ser frecuente cuando se ha producido un contacto estrecho y no se han adoptado estrictamente las precauciones y protocolos de bioseguridad para el control de la infección. La enfermedad también se puede contraer a través del contacto directo con sangre u otros fluidos corporales de animales salvajes infectados, como monos, macacos, antílopes selváticos y murciélagos, vivos o muertos, y por el consumo de su carne mal cocinada, algo que ocurre en países con hambruna y extrema pobreza.
El virus del Ébola no se transmite por el aire ni por el agua.
Signos y síntomas
Período de incubación
El período de incubación (intervalo desde la infección hasta la aparición de los síntomas) oscila entre 2 y 21 días. Sin embargo, los síntomas aparecen entre los cinco y diez primeros días tras el contagio. En este intervalo de tiempo sin síntomas no existe posibilidad de contagio.
Diagnóstico
Las infecciones por el virus del Ébola solo pueden diagnosticarse definitivamente mediante distintas pruebas de laboratorio que son, entre otras:
- Prueba de inmunoadsorción enzimática (ELISA).
- Pruebas de detección de antígenos.
- Prueba de seroneutralización.
- Reacción en cadena de la polimerasa con transcriptasa inversa (RT-PCR).
- Aislamiento del virus mediante cultivo celular.
Las muestras de los pacientes suponen un enorme peligro biológico. Las pruebas deben realizarse en condiciones de máxima seguridad.
Prevención y tratamiento

Los casos graves requieren cuidados intensivos. Los enfermos suelen estar deshidratados y necesitan rehidratación por vía intravenosa u oral con soluciones que contengan electrólitos. Como en todas las infecciones virales, el aspecto clave es la inmunoterapia que, al igual que en las enfermedades oncológicas, aparece como una estrategia terapéutica de futuro muy prometedor.
Para el tratamiento del Ébola en España, el principal activo del Hospital Carlos III, centro de referencia, son sus profesionales sanitarios. Entre ellos se encuentran médicos especialistas reconocidos mundialmente que saben manejar clínicamente este tipo de pacientes.
Repatriación
La mejor solución frente a la epidemia del Ébola es ayudar a salir del caos a los sistemas sanitarios de los países no desarrollados afectados, crear servicios asistenciales y tratar a este tipo de pacientes in situ. De hecho, organizaciones no gubernamentales (ONG) como Médicos Sin Fronteras (MSF) tienen unos índices de curación que oscilan entre el 10% y el 70%. Por este motivo, me parece esencial el apoyo de los gobiernos con la asignación de muchos más recursos a este tipo de ONG (Cruz Roja, MSF, Médicos del Mundo, Orden de Malta) que realizan una labor admirable y solidaria. Si, por el contrario, el planteamiento es repatriar a los enfermos, existe el riesgo de expansión del Ébola y de otro tipo de plagas. Mi visión personal es que la amenaza se resuelve solo mediante la cooperación para acabar con la epidemia «en el origen».
Resulta kafkiano que la mayoría de la población de África, un continente tan rico en petróleo, oro y diamantes, esté sumida en la extrema pobreza y sufra múltiples epidemias como malaria, síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), lepra, dengue o mal de Chagas. No se publican a menudo datos detallados sobre su prevalencia, contagios y mortalidad. Como decía Gregorio Marañón, «nadie más muerto que el olvidado».
Los flujos migratorios han contribuido a la globalización de determinadas enfermedades, a las que me atrevo a llamar «epidemias bacteriológicas». El paradigma es la tuberculosis, que ha vuelto a emerger en los países desarrollados.
Por ello, uno de los grandes desafíos de este siglo es combatir los microorganismos patógenos (virus, bacterias, parásitos y hongos) que viven en su micromundo y son objeto de estudio de la microbiología. Hemos de recordar, como decía Aristóteles, que «el miedo es un sufrimiento que produce la espera de un mal».
Recomendaciones de la ONU y la OMS

Bruce Aylward, director general adjunto de la OMS, lidera admirablemente el esfuerzo global masivo para erradicar el virus y se ha encargado de implementar el Plan de Trabajo de la OMS que da respuesta al Ébola y que se publicó el 28 de agosto de 2014. En este sentido, hemos de ser disciplinados y cumplir con rigor los criterios y recomendaciones de la OMS, así como aplicar correctamente los protocolos de seguridad para el control de la infección. El riesgo de la epidemia es muy bajo si se monitoriza adecuadamente y se ofrece a los profesionales el máximo apoyo y respeto y una formación adecuada. Según dijera Alejando Dumas: «Los peligros desconocidos son los que inspiran más temor».
Ahora que todos los ciudadanos del mundo vivimos con preocupación la epidemia del Ébola es cuando debemos ser prudentes, aplicar nuestro sentido común y cumplir con las recomendaciones de las autoridades sanitarias. Ya dijo Tito Livio: «El miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son». Con todo, la clave la tenía Gandhi con sus sabias palabras: «Cuando todos te abandonan, Dios se queda contigo».
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