Me llama la atención que en el mundo, mientras 1.900 millones de ciudadanos padecen sobrepeso y obesidad, 850 millones de personas sufren hambre crónica. Es una situación verdaderamente kafkiana que merece una reflexión. Ello me hace pensar que «la vida es una serie de colisiones con el futuro; no es una suma de lo que hemos sido, sino de lo que anhelamos ser», como valoró Ortega y Gasset.
El síndrome metabólico reúne en un mismo individuo varias alteraciones metabólicas típicas:
- Sobrepeso-obesidad.
- Hipertensión arterial.
- Intolerancia a la glucosa.
- Aumento de triglicéridos.
- Descenso de los valores de colesterol de lipoproteínas de alta densidad (HDL).
Todos estos componentes son factores de riesgo que elevan la posibilidad de presentar en el futuro enfermedades cardiovasculares. Se estima que las personas con síndrome metabólico presentan un riesgo superior en el 30% de sufrir un episodio coronario en los diez años siguientes a su aparición. Además, tienen mayor probabilidad de desarrollar diabetes mellitus. Mark Twain, afirmaba tajantemente que «la única forma de mantener buena salud es comer lo que no quieres comer, beber lo que no te gusta beber y hacer lo que no prefieres hacer».
Asimismo, es importante destacar que la microalbuminuria es, para la OMS, un importante predictor de riesgo cardiovascular. De hecho, incluye esta condición como otra de sus características típicas. No obstante, alguien pensará que «a mi estómago poco le importa la inmortalidad», como decía Heinrich Heine.
El síndrome metabólico se asocia con cardiopatía isquémica, accidentes cerebrovasculares y enfermedad arterial periférica. Como médico, soy consciente de aquello que decía Tácito: «Cuando gozamos de salud, fácilmente damos buenos consejos a los enfermos».
Una persona puede presagiar el desarrollo del síndrome metabólico cuando coinciden factores como obesidad abdominal, hipertensión arterial, diabetes, colesterol elevado, intolerancia a la glucosa y nivel alto de triglicéridos. El riesgo es superior en personas con malos hábitos diarios, que fuman, beben, no practican ejercicio, comen demasiadas grasas, sufren estrés, abusan de los dulces, etc. También debe tenerse en cuenta la predisposición genética, dado que el riesgo de desarrollar enfermedad cardiovascular en personas con antecedentes familiares se multiplica por dos. Como afirmaba Isaac Asimov: «La primera ley de la dietética parece ser: si sabe bien es malo para usted».
Consecuencias del síndrome metabólico
Santiago Ramón y Cajal, uno de mis premios Nobel favoritos, tenía claro que «el arte de vivir mucho es resignarse a vivir poco a poco». Es esencial conocer que todos los factores asociados al síndrome metabólico están interrelacionados, tal y como se describe a continuación.
El síndrome metabólico conlleva serias consecuencias sobre el organismo. La resistencia a la insulina produce exceso de ácidos libres que se asocian a inhibición del efecto antilipolítico de la insulina, alteraciones del sistema de señales que regulan el metabolismo de la glucosa, aumento en la producción de lipoproteínas, elevación de la gluconeogénesis, disminución de la glucólisis y reducción del aclaramiento de la insulina.
Consejos y recomendaciones
El mejor tratamiento depende mucho del paciente y de su voluntad de poner fin a la enfermedad. Por ello, antes de empezar con fármacos debe prescribirse un tratamiento personal basado en nutrición, dietética y ejercicio físico. Aun así, como decía George Bernard Shaw, «no hay amor más sincero que el que sentimos hacia la comida».
La mejor manera de evitar o reducir el síndrome metabólico es mantenerse en un peso saludable, comer de forma sana y estar activo. Si se tiene exceso de peso es recomendable limitar la ingesta de calorías, con un control de la dieta. De hecho, existen pruebas de que la dieta mediterránea y las dietas ricas en ácidos grasos omega-3 o cereales integrales reducen el riesgo de padecer síndrome metabólico.
En este sentido, se aconseja respetar tres principios básicos:
- Baja ingesta de grasas saturadas y colesterol.
- Reducción de la ingesta de azúcares simples.
- Aumento de la ingesta de frutas, vegetales y pescado.
La actividad física moderada durante al menos 30 minutos al día es muy eficaz y se puede conseguir, por ejemplo, subiendo escaleras en vez de tomar el ascensor. El ejercicio mejora todos los componentes del síndrome metabólico y contribuye a la pérdida de peso.
Endoscopia bariátrica
Las técnicas de endoscopia bariátrica ofrecen una solución con protagonismo creciente en el tratamiento de la obesidad y el sobrepeso. Los tratamientos endoscópicos más utilizados son el balón intragástrico, la técnica POSSE, elendobarrier y el método Apollo, entre otros. En estas técnicas, es esencial seleccionar al paciente para elegir el tratamiento más adecuado.
Cirugía bariátrica
En relación al síndrome metabólico en la actualidad, se utiliza un conjunto de procedimientos quirúrgicos mínimamente invasivos para tratar la obesidad mórbida. Estos procedimientos logran buenos resultados en disminución del peso corporal y ofrecen una opción terapéutica frente al tratamiento con otros medios no quirúrgicos. Entre los diversos tipos existentes destacan el bypass gástrico, el bypass yeyunoileal, la derivación biliopancreática, la gastroplastia y la banda gástrica. La clave es seleccionar adecuadamente al paciente y valorar clínicamente la indicación y el tratamiento quirúrgico más idóneo.
Como conclusión quiero recordar una frase de Cicerón: «El placer de los banquetes debe medirse no por la abundancia de los manjares sino por la reunión de los amigos y por su conversación».
Manuel de la Peña, M.D., Ph.D.
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